Este es uno de los
grandes paradigmas que ha recorrido las paredes de las parroquias tras 50 años
del CVII (Concilio Vaticano II). ¿Què tanto deben formarse los laicos?, ¿es
necesario que se formen los laicos?, ¿por què?, ¿A quièn le sirve?,
¿Contribuyen con esto en algo a mejorar la Iglesia?, y tantas preguntas más que
pudiéramos plantearnos. Claro, no pretendo hacer un estudio exhaustivo ni
metodológico del asunto, basta con atender a la experiencia pastoral. Y es
precisamente porque ahì se notan las deficiencias de la labor del laico en
cuànto a su formaciòn. Entendemos que todos, recièn salidos de un retiro donde
se “sintió muy bonito”, queremos ir a evangelizar el mundo entero, pero sin
esencia es como pretender ser profesionista y ejercer la carrera sin recorrer el
proceso de formaciòn de la misma. Tampoco se trata de una visión académica de
la fe, o mejor dicho, “academizar la fe”. Pero vale la frase “nadie da lo que
no tiene”.
Josè Miranda, laico dominico
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