El hombre es enviado por Dios, Padre e Hijo y Espíritu Santo, a colaborar con el amor para transmitir la Buena Nueva. Sigue entregándose a Dios dando a Dios a los demás (Hablando con Dios y de Dios). Por la gracia de lo Alto le viene al hombre sus dones y carismas para el servicio de la humanidad en la Iglesia. Servimos a Dios en los demás. Nuestro bautismo nos capacita a esta misión, somos enviados desde los sacramentos de iniciación cristiana a ser coherentes con la fe que profesamos.
¡Basta de tanto folclor!
Ser lo que decimos no sòlo presumirlo. Servir, no al criterio puritano de los demás, sino por amor, a Cristo en nuestros hermanos. Esto exige de mí un compromiso. La obligación y el deber de ser ejemplo. Muchas palabras sin evidencia quedan vacías, huecas, más no en el olvido. Ejemplo no segùn el criterio ajeno, sino de pecador que confía en Dios y se convierte en el día a día desde lo cotidiano.
Pronto oiremos... “convièrtete y cree en el Evangelio”...
No usemos el disfraz de cristiano. Lidiemos con nuestras flaquezas en la perspectiva de las virtudes teologales.
Josè Mendoza, OP