viernes, 15 de diciembre de 2017

De los vientos de cambio al frìo de la indiferencia.

¡Hace frìo, cierto! Y se siente bien, cambia el clima, es tiempo dicembrino con tradiciones, recuerdos, etc.
Siguiendo mi tendencia de persistir en la lucha por despertar conciencias, leamos la realidad. 

Sentimos el viento y lo tomamos grato, incluso en algunos campos favorece. Es un cambio.

Hablando de cambio, ¿Còmo va tu vida? ¿Otro año que ha iniciado y seguiràs en las mismas?

Yo vivo el adviento no en el calendario civil. Estos dìas se van volando, la gente no los percibe, pasamos de Cristo Rey a Navidad. Seducidos por el paganismo y la mundanidad dejamos pasar este tiempo hermoso penitencial. Tiempo de generosidad no de compras, tiempo de solidaridad con los màs necesitados; los que sufren abandono u olvido, no de pavo y luces. 
Dicen los metereologos que tras los vientos viene la baja temperatura, el frìo. Pero tras el cambio de vida debe proseguir actos firmes y concretos al bien, no al revès. De lo contrario, es porque no hemos vivido el tiempo litùrgico, sòlo nos disfrazamos para la temporada. El frìo del que les hablo es la indiferencia. 
El asunto puede tener raìces profundas en la tendencia humana a la violencia. Ese desinterès procedente de no ver en el otro a un yo. Sòlo a un “otro”, igual a mì mas no en dignidad. De ahí que la  palabra “hermano” sin el interés firme y concreto queda hueca. Este narcisismo de las diferencias como dice Freud, provoca hostilidad. Que en el mejor de los casos se traduce en indiferencia. Ignorar al otro de manera intencional se entiende como un homicidio ètico. 
A la pregunta de Caìn habrìa que decir un “sì” rotundo, somos responsables de nuestros hermanos. Valièndose de ahi el precepto del amor  es mejor entendible. Cuidar es proteger, defender, ayudar, en la medida de nuestras capacidades. Nos fijamos tanto en lo vano que despreciamos lo humano. Prostituimos y nos prostituimos en base utilitaria. Habrà quien diga que el comunismo tiene razòn al pretender abolir la propiedad privada como causa de la hostilidad, pero es una ilusiòn, pues la agresividad viene de la miseria humana, la carencia de saberse y sentirse amados por Dios, no sòlo por las criaturas cercanas. La generosidad, en cambio, es fruto del amor. Por sus frutos les conoceràn. Ese pensamiento comunista quiere instaurar en la mente pobre el criterio de materialismo dialéctico, no el de humanismo cristiano. Así se genera la polarización. 

La indiferencia se traduce desde la hostilidad que nos hacemos a nosotros mismos, es la bùsqueda por la felicidad aparente, dejando en el olvido los medios de la verdadera felicidad. La solidaridad en actos concretos y como decisiòn firme al amor es un camino acertado. Sin sacramentos no hay comuniòn, sin Cristo no hay Iglesia y sin el pròjimo, no hay viña. Lo que se hace por Dios es atravès de amar y servir al pròjimo.

Josè R. Mendoza, OP


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