No estamos hechos para estar solos, por eso la fòrmula del compañerismo ha servido por generaciones para misioneros y predicadores.
Las almas enamoradas se comparten con el amado. Todos los seres experimentamos la soledad, la necesidad de uno que nos cuide, nos ame, nos comprenda. Entre hermanos de misión se pueden dar estas condiciones. Aunque no siempre perduran, traen frutos en abundancia. Dios junta a los que quiere para los fines que quiere.
Otra de las estrategias del Señor es la advertencia que da y cito:
"si en alguna parte no les reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacùndanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos".
En la versión bíblica llamada Straunbinger dice "sacudid el polvo de la planta de vuestros pies para testimonio a ellos". Sea testimonio o advertencia, pero, ¡de què!.
¿De un Dios amenazante con quien no se juega?, ¿de una dignidad humana?, sólo me viene a la mente cuando les dice "no tiren las perlas a los cerdos". A veces estas frases del Señor nos dejan en el quicio, pues siendo Dios tan bueno pareciera actuar con sentimientos humanos de venganza.
El caso es que muchos no comprenden el sentir humano del Señor. Nos lo figuramos tan divinos que sin dejar de serlo, es también plenamente humano. Esto no quiere decir que Dios desee el mal, sino que desea se le ame libremente. Viendo el hombre lo que deja si decide rechazar la Buena Nueva.
Me parece que la respuesta esta en la 2a lectura, en donde nos dice Pablo que a la escucha prosigue el creer (la fe), y con estas dos la recepción del Espíritu Santo, es decir, la aceptación de la Verdad Revelada. Es la garantía de nuestra herencia.
Quien desprecia la predicación de los Apòstoles (la doctrina) por desconocerla o no querer aceptarla, desprecia a aquel que los ha enviado (Jesucristo Nuestro Señor).
Josè Mendoza, Op
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