domingo, 17 de febrero de 2019

Confiar en el Señor es el camino recto hacia el Cielo

¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! (1a lectura)

Jeremías nos presente una visión teológica sobre la religión, no como una serie de actos de culto, sino como adhesiòn a la voluntad de Dios, manifestada en las elecciones concreta de la vida. 
Esto último tiene mucha relevancia con el Evangelio de hoy, en donde Jesùs nos presenta el binomio "¡Ay de ustedes!" y "¡Felices ustedes!" volviendo al asunto del profeta Jeremías, las decisiones que tomamos definen si queremos la dicha o la condenación eterna. 

Otro tema constante entre los profetas, especialmente en Ezequiel, es el de la responsabilidad de los propios actos. 

El punto culminante nos lo da la 2a lectura, en donde el Apòstol Pablo nos recuerda que nuestra confianza esta puesta en Cristo, quien ha resucitado al tercer día segùn las Escrituras. 

Finalmente, se entiende el estribillo del salmo: "dichoso el hombre que confía en el Señor". 

No pongamos nuestra mirada en la postura radical de "maldecir al hombre" como excusa para no confiar en los padres, en el cónyuge o en los amigos; a lo que el texto se refiere es que debemos poner nuestra esperanza sólo en Dios, quien nos provee de todo lo que necesitamos; a veces por mano de gente que conocemos.  

Tampoco pensemos en la mítica "ausencia de problemas". Problemas todos tenemos, cristianos y no cristianos. No por mucho orar o vestirnos de cucharachas de la parroquia vamos a carecer de contradicciones, siendo que Dios se vale de estas para purificarnos. Tampoco quiere decir que nos volamos masoquistas, se ha de combatir toda forma de sufrimiento o injusticia, pero nunca se debe abandonar la oración y los sacramentos, pues si hacemos esto es porque no tenemos fe, y la fe no es sentir bonito.

Josè Mendoza, op

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