viernes, 6 de noviembre de 2015

Jubileo Dominicano

Mañana celebramos 800 años de ser antorchas iluminando el dolor, de claustros a calles, en todos lugares hablando de Dios y con Dios.


Fecha: 7 de noviembre del 2015
Lugar: Parroquia Nuestra Señora del Carmen, Santa Ana, El Salvador.
Hora: 5:30 pm

viernes, 24 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 101; PL 38, 605 

«Ciento o sesenta o treinta por uno»

La siembra ha sido echada por los apóstoles y profetas, pero es el Señor, él mismo, el que siembra. Es el Señor, él mismo, quien está presente en ellos desde el momento en que es el mismo Señor quien siega. Porque sin él ellos no son nada, mientras que él, sin ellos, sigue siendo perfecto. En efecto, él les dice: «Sin mí nada podéis hacer» (Jn 15,5). Sembrando, pues, en las naciones, ¿qué es lo que dice Cristo? «Salió el sembrador a sembrar.» (Mt 13,3). En otro texto son los segadores los que son enviados a segar; el sembrador quien sale a sembrar, y no se queja de su trabajo. En efecto ¿qué importa que el grano caiga en el camino, o sobre piedras o entre zarzas? ¡Si dejara entrar en él el desánimo por la ingrato de estos lugares no llegaría hasta la buena tierra!... 

Se trata de nosotros: ¿seremos el camino, o las piedras, o las zarzas? ¿Queremos ser la tierra buena? Dispongamos nuestro corazón para que dé treinta, sesenta, cien, mil veces más. Treinta veces, mil veces, es siempre trigo y nada más que trigo. No seamos este camino en el que la simiente es pisoteada por los viandantes y nuestro enemigo se apodera de ella como si fuera un pájaro. Tampoco seamos estas piedras en las que una tierra poco profunda hace crecer demasiado rápidamente un grano que después no puede soportar el calor del sol. Nunca jamás estas zarzas, las codicias de este mundo, este empeño en hacer el mal. En efecto ¿hay algo peor que hacer todos esto esfuerzos para una vida que nos aparta de llegar a la verdadera vida? ¿Hay alguien más desdichado que cuidar tanto la vida para llegar a perderla? ¿Hay algo más triste que temer la muerte para caer en poder de la muerte? Arranquemos las espinas, preparemos el terreno, recibamos la simiente, perseveremos hasta la siega, aspiremos a ser recibidos en los graneros. 


jueves, 23 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Hilario (c. 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
Tratado sobre los misterios, Prefacio 
“A vosotros se os han dado a conocer los misterios del Reino de Dios”

Toda la obra contenida en los santos libros, anuncia a través de palabras, revela a través de hechos, establece a través de ejemplos la venida de Jesucristo nuestro Señor que, enviado por el Padre, se hace hombre naciendo de una virgen por obra del Espíritu Santo. En efecto, a lo largo de toda la creación, es él quien, a través de prefiguraciones variadas y manifiestas, engendra, lava, santifica, escoge, separa o rescata a la Iglesia en los patriarcas: por el sueño de Adán, por el diluvio de Noé, por la justificación de Abraham, por el nacimiento de Isaac, por la servidumbre de Jacob. En una palabra, a lo largo del tiempo y sus acontecimientos, el conjunto de las profecías, la puesta en marcha del plan secreto de Dios, es, por pura benevolencia, que se nos ha dado a conocer su futura encarnación… 


En cada personaje, en cada época, en cada hecho, el conjunto de las profecías proyecta, como en un espejo, la imagen de su venida, de su predicación, de su Pasión, de su Resurrección y de nuestra concentración en la Iglesia… Comenzando por Adán, punto de partida de nuestro conocimiento del género humano, desde los orígenes del mundo encontramos anunciado, en gran número de prefiguraciones, todo lo que en el Señor ha recibido su plenitud total.


sábado, 18 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoh

San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Pascua 9, 22,26,28 
«He aquí a mi servidor a quien he elegido, mi bienamado»

El Verbo de Dios que es eterno, invisible, incomprensible, incorporal, principio nacido del principio, luz nacida de la luz, fuente de la vida y de la inmortalidad, réplica exacta del primer modelo, marca imborrable, resemblanza idéntica del Padre (Hec 1,3), intención y pensamiento de éste, progreso hacia su imagen (Gn 1,27). Se hace carne para salvar la carne, se une a un alma razonable para salvar mi alma; quiere purificar lo semejante por lo semejante y se hace plenamente hombre, excepto en lo que concierne al pecado... Él que enriquece a los demás se empobrece, pues adopta la pobreza de mi carne para que yo me enriquezca de su divinidad. Él que es plenitud se empequeñece, se desprende de su propia gloria por poco tiempo, para que yo, participe de su plenitud. 


¡Qué tesoro de bondad! ¡Qué gran misterio en favor mío! He recibido la imagen, y no la he conservado. ¡El Verbo ha participado de mi carne para salvar la imagen y hacer la carne inmortal¡ Se une a nosotros por una segunda unión, mucho más asombrosa que la primera... Era necesario que el hombre fuera santificado por un Dios hecho hombre; después de haber abatido a nuestro tirano, nos liberaría y nos conduciría hacia él, por la mediación del Hijo, por el honor del Padre. Es así como el Hijo se muestra obediente en todas las cosas referentes a él, para cumplir su plan de salvación. 



viernes, 17 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermòn 155, 5_6
La nueva ley “escrita no sobre tablas de piedras sino (...) sobre los corazones” (2 Co 3,3)

    Así, pues, en aquel viejo pueblo aún no se celebraba la Pascua en el resplandor de la luz, sino en la sombra cargada de significado (Col 2,17). Y después de cincuenta días de aquella celebración (…) se otorga en el monte Sinaí la ley, escrita con el dedo de Dios. (…) Dios descendió, como está escrito, sobre el monte Sinaí en medio del fuego, golpeando con espanto al pueblo que se mantenía a lo lejos y escribiendo la ley, con su dedo, en la piedra y no en el corazón (Ex 31,18). Al contrario, cuando el Espíritu Santo descendió sobre la tierra, los discípulos estaban todos juntos  en un mismo lugar, y en lugar de asustarles desde lo alto de la montaña,  entró en la casa donde estaban reunidos (Hch 2,1ss). Se oyó de lo alto del cielo un ruido parecido al de un viento violento que se acerca,  pero este ruido no asustó a nadie. 


    Habéis oído el ruido, ved también el fuego; pues, sobre la montaña, se distinguían también estos dos fenómenos: el ruido y el fuego. Sobre el monte Sinaí, el fuego estaba rodeado de humo; aquí, al contrario, es de una claridad brillante: “Vieron, dice la Escritura, como unas lenguas de fuego que se repartían.” ¿Era un fuego que sembraba a lo lejos el temor? De ninguna manera: “estas lenguas de fuegos se posaron sobre cada uno de ellos” (…).” Escuchad esta lengua que habla, y comprended que es el Espíritu Santo quien escribe, no sobre la piedra, sino en el corazón. Así pues “la ley del espíritu de vida”, escrita en el corazón y no en la piedra, la ley del espíritu de vida que está en Jesucristo en el cual la Pascua se ha celebrado con toda verdad (1Co 5,7), “os ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.” (Rm 8,2).


jueves, 16 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.” (Mt. 11, 28)

Hagámos las preguntas correctas, ¿quièn màs cansado que aquellos que conviven con nuestras malas actitudes o el mal genio?, esos que deben "soportar" de primera mano lo que somos tras el telòn del "buen hermano"? En esta nuestra naciòn de El Salvador, estamos cansados y agobiados, pero no por las maras, este es un fenòmeno social que, tarde o temprano, llegarà a su fin. Nos venimos desangrando desde hace años por la falta de sana convivencia. El irrespeto, la carencia de misericordia, la simple buena educación y cordialidad es ya poco visible en el dìa a dìa. Y a no ser que seas del "grupo de los elegidos", nadie se esmera por nadie. El absurdo, andar buscando a un salvadoreño comprometido en amor a su pròjimo, como si el altruismo fuese la medida idònea dictada por Dios. El Señor nos mandò a perdonar setenta veces siete. En la Iglesia se cumple este bello mandato. Nosotros, pecadores, somos quienes ofendemos al Señor, una y otra vez, pero aun asì, si acudimos a la Iglesia encontramos perdòn y una sonrisa que nos acoge en perenne bienvenida. 

El Señor nos otorgue descansar en su casa, bajo los sacramentos y la oraicòn, ya que sus promesas siguen cumplièndose hoy. 

Que este dìa, celebraciòn de nuestra Madre bajo la advocaciòn del Carmen, sea para nosotros la oportunidad perfecta de asumir un nuevo reto, encarar nuestras emociones y pedir por su intercesiòn, la gracia necesaria para perseverar en santidad. 

Construyamos puentes de convivencia, justicia y paz. 

Josè Miranda, laico dominico. 


martes, 14 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia 
Exposición sobre los 7 salmos penitenciales; PL 79, 581s

«Jesús se puso a recriminar a las ciudades que...no se habían convertido»

Gritemos con David; oigámosle llorar y derramemos lágrimas con él. Veámosle como se levanta y alegrémonos con él: «Misericordia, Dios mío, por tu inmensa misericordia» (Salmo 50,3). 


Pongamos delante de los ojos de nuestra alma a un hombre gravemente herido, casi a punto de exhalar su último suspiro, y que yace desnudo sobre el polvo de la tierra. En su deseo de ver llegar a un médico, gime y pide a aquel que comprende su estado que tenga compasión. Pues bien, el pecado es una herida del alma. Tú que eres éste herido, percátate que delante de ti tienes a tu médico y descúbrele las heridas de tus pecados. Que oiga el gemido de tu corazón, él que conoce todos los pensamientos por secretos que sean. Que le conmuevan tus lágrimas, y si es preciso buscarle con insistencia, haz subir del fondo de tu corazón, profundos suspiros. Que tu dolor llegue hasta él y alguien te diga a ti también, como a David: «El Señor perdona tu pecado» (2S 12,13)... 


« Misericordia, Dios mío, por tu inmensa misericordia.» Aquellos que repiten constantemente sus faltas porque no conocen bien su gran misericordia, éstos no alcanzan más que un poco de ternura. Yo he caído en lo profundo, he pecado con conocimiento de causa. Pero tú, médico todopoderoso, corriges a los que te desprecian, instruyes a los que ignoran sus faltas, y perdonas a los que te las confiesan. 



lunes, 13 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia 
Homilía sobre los Actos de los Apóstoles, nº 45; PG 60, 318 


«El que os recibe a vosotros, a mí me recibe »

«El que recibe a uno de esos pequeños, me recibe a mí» dice el Señor (Lc 10, 48). Cuanto más pequeño es el hermano, más presente está Cristo en él. Porque cuando uno recibe a un gran personaje, a menudo lo hace por vanagloria; pero el que recibe a un pequeñuelo, lo hace con pura intención y sólo por Cristo. «Fui un extranjero, dice él, y me acogisteis.» Y dice aún: «Cada vez que lo habéis hecho a uno de estos pequeños, es a mi que me lo habéis hecho» (Mt 25, 35-40). Puesto que se trata de un creyente y de un hermano, ese será el más pequeño, y es Cristo quien entra con él. ¡Ábrele tu casa, recíbele! 


«El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta.» Pues aquel que recibe a Cristo recibirá la paga de la hospitalidad de Cristo. No dudes de sus palabras, ten confianza en él. Él mismo nos ha dicho: «Soy yo quien está presente en ellos» Y para que no dudes de sus palabras, decreta un castigo para los que no lo reciben, y los honores para quienes le reciben (Mt 25, 31s) Y él no lo haría si no estuviera personalmente afectado por el honor o el menosprecio. «Tu me has recibido, dice, en tu casa; yo te recibiré en el Reino de mi Padre. Tú me has liberado del hambre; yo te liberaré de tus pecados. Me has visto encadenado; yo te haré ver tu liberación. Me has visto extranjero; yo haré de ti un ciudadano de los cielos. Tú me has dado pan; yo te daré el Reino como heredad en plena propiedad. Me has ayudado secretamente; yo lo proclamaré públicamente y diré que tú eres mi bienhechor y yo tu deudor.»

domingo, 12 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Juan Pablo II (1920-2005), papa 
Mensaje para la 42 Jornada Mundial de oración por las vocaciones 17/04/2005 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

“Los envía por primera vez”

Jesús dice a Pedro: "Duc in altum – Remar mar adentro" (Lc 5, 4). “Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las palabras de Cristo, y echaron las redes” (Novo millennio ineunte, 1)... Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación, y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del Bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad (cfr ibid, 30). Viviendo el Evangelio "sine glossa", el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 48). 

Se esfuerza en perseverar en la unidad con los hermanos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios. Particularmente a vosotros, queridos adolescentes y jóvenes, os repito la invitación de Cristo a "remar mar adentro"... confiad en Él, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón... pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en Caná de Galilea: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2, 5). Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a no dudar en seguirle. Suba desde cada rincón de la tierra, reforzada con la materna intercesión de la Virgen, la ardiente plegaria al Padre celestial para conseguir "obreros para su mies" (Mt 9, 38): 

Jesús, Hijo de Dios, 
en quien habita la plenitud de la divinidad, 
que llamas a todos los bautizados a "remar mar adentro", 
recorriendo el camino de la santidad, 
suscita en el corazón de los jóvenes 
el anhelo de ser en el mundo de hoy 
testigos del poder de tu amor. 

Llénalos con tu Espíritu de fortaleza y de prudencia 
para que lleguen a descubrir su auténtico ser 
y su verdadera vocación. 
Salvador de los hombres, 
enviado por el Padre para revelar el amor misericordioso, 
concede a tu Iglesia el regalo 
de jóvenes dispuestos a remar mar a dentro, 
siendo entre sus hermanos 
manifestación de tu presencia que renueva y salva. 

Virgen Santísima,Madre del Redentor, 
guía segura en el camino hacia Dios y el prójimo, 
que guardaste sus palabras en lo profundo de tu corazón, 
protege con tu maternal intercesión 
a las familias y a las comunidades cristianas, 
para que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes 
a responder generosamente a la llamada del Señor. 

Amén. 



jueves, 9 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir 
De la unidad de la Iglesia católica, § 24 

«Que vuestra paz venga sobre ella»

    El Espíritu Santo no ha dado esta advertencia: «¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Busca la paz y persíguela» (Sl 34 [33],13-15) El hijo de paz debe buscar y perseguir la paz, el que conoce y ama el vínculo de la caridad debe guardar su lengua del pecado de discordia. Entre sus prescripciones divinas y sus mandamientos de salvación, el Señor, la noche de su Pasión, añadió esto: «Esta es mi paz que os doy, esta es mi paz que os dejo» (Jn 14, 27)  Semejante es la herencia que nos ha legado: todos los dones, todas las recompensas, nos ha abierto la perspectiva, la de conservar la paz que él ha ligado a la promesa. Si somos herederos de Cristo, permanezcamos en la paz de Cristo. Si somos hijos de Dios, debemos ser pacíficos: «Dichosos los artesanos de la paz,  ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9) El ha hecho que los hijos de Dios sean pacíficos, dulces de corazón, sencillos de palabras, en perfecto acuerdo en el amor, unidos fielmente por los lazos del pensamiento unánime. 


    Esta unanimidad era desde antaño bajo los Apóstoles. (Ac 4,32) Es así que la novedad en el pueblo creyente, fiel a las prescripciones del Señor, mantiene la caridad. De la eficacia de sus oraciones: ellos podrán ser seguros los que obtendrían esto que la misericordia de Dios les pedía. 



miércoles, 8 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Justino (c. 100-160), filósofo y mártir 
Primera apología, 39-42 

“El Reino de Dios está llegando a vosotros” (cf Lc 10,9)

Cuando el espíritu profético anuncia lo que está por venir, habla de esta manera: “De Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor. El será juez de las naciones, árbitro de pueblos numerosos. Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas. No alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra” (Is 2,3). 


   Estas palabras se han realizado de manera convincente. Doce hombres salieron de Jerusalén para recorrer el mundo. Eran hombres simples que no sabían hacer grandes discursos. Pero, por el poder de Dios, han anunciado a todos los hombres, que habían sido enviados por Cristo para enseñar a todos la palabra de Dios. Y nosotros, que antes no sabíamos hacer otra cosa que matarnos entre nosotros, no solamente no combatimos ya a nuestros enemigos, ni mentimos ante los jueces, sino que confesamos a Cristo con alegría y morimos como mártires... 


    Escuchad lo que está dicho de aquellos que anuncian su venida. David, el rey profeta habla inspirado por el Espíritu profético: “El día al día le comunica el pregón, la noche a la noche se los susurra. No es un pregón, no son palabras, no es una voz que se pueda escuchar; mas por toda la tierra se extiende su eco, y hasta el confín del mundo su mensaje” (Sal 18,3-5)... En otra profecía, el Espíritu profético anuncia por el mismo David: “Cantad al Señor un cántico nuevo, que toda la tierra cante al Señor. Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su salvación....Pueblos todos de la tierra, reconoced la gloria y el poder del Señor”(cf Sal 95) ... 


    David hizo esta profecía quince siglos antes de que Cristo fuera crucificado. Nadie antes de él fue crucificado por la salvación de la humanidad, ni nadie después de él. Al contrario, nuestro Señor Jesucristo ha sido crucificado, muerto y resucitado, ha subido a los cielos donde reina. Esta buena noticia, proclamada por todo el mundo por los apóstoles, es la alegría de los que esperan la inmortalidad que él ha prometido. 



lunes, 6 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos
Himno 23, Sobre la hemorroisa 

«Si consigo tocarle tan sólo el manto, me curaré»

Me postro delante de ti, Señor, igual que la mujer que padecía hemorragias, para que me liberes del sufrimiento y me concedas el perdón de mis faltas, y con el corazón lleno de compunción pueda exclamar: «Salvador, sálvame»... 


Ella iba hacia ti escondida, Salvador, porque pensaba que eras simplemente un hombre, pero su curación le ha enseñado que tu eres Dios y hombre a la vez. Secretamente ha tocado la franja de tu manto, con su alma llena de temor..., diciéndose: «¿Cómo lo haré para ser vista de aquél que lo observa  todo, yo que llevo la vergüenza de mis faltas? Si el Todo-Puro ve el flujo de sangre, se apartará de mí como a impura que soy, y será para mi mucho más terrible que mi herida si me da la espalda a pesar de mi grito: Salvador, sálvame. 


«Viéndome, todo el mundo me empuja: ‘¿Dónde vas? ¡Ten en cuenta tu vergüenza, mujer, tu sabes quien eres, y de quien quieres ahora acercarte!  Tú, la impura ¡acercarte al Todo-Puro!  Ves primero a purificarte, y cuando hayas secado la mancha que llevas encima, entonces podrás ir hacia él gritando: Salvador, sálvame.’ 


«¿Queréis causarme aún más pena de la que tengo por mi propio mal? Sé muy bien que él es puro, y es por eso que quiero llegar a él, para ser liberada del oprobio y de la infamia.  No me impidáis, pues, de gritar: Salvador, sálvame. 


«La fuente hace manar sus oleadas para todos, ¿con qué derecho queréis obstruirla?... Sois testigos de sus curaciones... Todos los días nos anima diciendo: ¿Venid a mí, vosotros a quienes los males os agobian: yo os podré aliviar’ (Mt 11,28) A él le gusta dar la salud a todos. Y vosotros, ¿por qué me tratáis con rudeza impidiéndome de gritar...: Salvador, sálvame? »... 


Aquél que lo sabe todo... se gira y dice a sus discípulos: «¿Quién me ha tocado la franja del manto? )Mc 5,30)... ¿Por qué me dices, Pedro, que una gran multitud me apretuja? Ellos no tocan mi divinidad, pero esta mujer, a través de mi vestido visible, ha captado mi naturaleza divina y ha conseguido la salud gritándome: Señor, sálvame... 


«Sé valiente, mujer... Desde ahora, recobra la salud... Ésta no ha sido obra de mi mano sino obra de tu fe. Porque son muchos los que han tocado mi vestido, sin obtener la fuerza porque no tenían fe. Tú, me has tocado con gran fe, has recibido la salud, y por eso te he llevado ahora delante de todos para que digas: Señor, sálvame.»


sábado, 4 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Paciano (¿-c. 390), obispo de Barcelona
Homilía sobre el bautismo; PL 13,1092 


«El Esposo está con ellos»

     El pecado de Adán se comunicó a todo el género humano, a todos sus hijos... Es, pues, necesario que también la justicia de Cristo se comunique a todo el género humano; de la misma manera que Adán, por el pecado, hizo perder la vida a su descendencia, así Cristo, por su justicia, dará la vida a sus hijos (cf Rm 5,19s)... 


En la plenitud de los tiempos, Cristo recibió de María un alma y nuestra carne. Esta carne, él vino a salvarla, y no la abandonó en la región de los muertos (Sl 15,10), la unió a su espíritu y la hizo suya. Estas son las bodas del Señor, su unión a una sola carne, a fin de que, según «este gran misterio» sean «dos en una sola carne: Cristo y la Iglesia» (Ef 5,31). De estas nupcias nació el pueblo cristiano, y sobre ellas descendió el Espíritu del Señor. Esta siembra venida del cielo se expandieron rápidamente en la substancia de nuestras almas y se mezclaron con ella. No desarrollamos en las entrañas de nuestra Madre y, creciendo en su seno, recibimos la vida en Cristo. Eso es lo que hizo decir al apóstol Pablo: «El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último Adán, en espíritu que da vida» (1C 15,45). 


Es así como Cristo, por sus presbíteros, engendró a hijos en la Iglesia, tal como lo dice el mismo apóstol: «Soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús» (1C 4,15). Y es así como por el Espíritu de Dios, Cristo, por las manos de su presbítero, y con la fe por testigo, hace nacer al hombre nuevo formado en el seno de su Madre y dado a luz en la fuente bautismal... Es, pues, necesario creer que podemos nacer... y que es Cristo quien nos da la vida. El apóstol Juan lo dice: «A cuantos la recibieron les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12).

viernes, 3 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia
Comentario sobre el evangelio de S. Juan, 12,22; PG 74, 729-736

“Dichosos lo que creen sin haber visto.” (Jn 20,29)

Esta palabra del Señor está totalmente conforme con la misericordia de Dios y nos es de gran provecho. Porque aquí, el Señor se preocupa grandemente de nuestra alma, porque es bueno, porque quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). 


Esto nos puede sorprender porque tuvo que soportar pacientemente a Tomás, así como a los demás discípulos que lo tenían por un fantasma o por un espíritu. El Señor, para convencer al mundo entero, tuvo que mostrar las señales de los clavos y la herida de su costado. En fin, de manera sorprendente y sin estar obligado a ello por necesidad, tomó alimento para no dejar ningún motivo de duda a los que tenían necesidad de signos... 


Aquel que no ha visto pero acoge y tiene por verdadero lo que le enseñan, da testimonio de una fe ejemplar en lo que su maestro le ha dicho. Por tanto, se llaman dichosos todos aquellos que han creído gracias a las palabras de los apóstoles quienes fueron “testigos oculares” de los grandes prodigios de Cristo y “servidores de la Palabra” como lo dice Lucas (1,2). Porque es necesario escucharla, si estamos llenos de un amor apasionado por la vida eterna y si nos interesa el premio de encontrar en el cielo nuestra morada.


jueves, 2 de julio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre el evangelio de Mateo, n° 29, 1

¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? (Mc 2,7)

Y he aquí, que le presentaron un paralítico...Por lo demás, Mateo cuenta simplemente que le llevaron al Señor el paralítico; los otros evangelistas añaden que abrieron un boquete por el techo y por él lo bajaron y lo pusieron delante de Cristo, sin decir palabra, pues todo lo dejaban en manos del Señor. 

Porque, viendo la fe de ellos —dice el evangelista—, es decir, la fe de los que lo descolgaron por el tejado. No siempre, en efecto, pedía fe exclusivamente a los enfermos, por ejemplo, si estaban locos o de otra manera imposibilitados por la enfermedad. 
Más, a decir verdad, también aquí hubo fe por parte del enfermo; pues, de no haber creído, no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo. Como todos, pues, daban tan grandes pruebas de fe, el Señor la dio de su poder perdonando con absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el Padre. 

Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba, pues lo hacía como quien tiene autoridad; en el caso del leproso, diciendo: Quiero, queda limpio (Mt 8,3)... En el mar, porque lo frenó con una sola palabra; con los demonios, porque éstos le confesaron por su juez y Él los expulsó con autoridad. Aquí, sin embargo, por modo más eminente, obliga a sus propios enemigos a que confiesen su igualdad con el Padre. 

Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el honor de los hombres—y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que amurallaban toda entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los pecados. 

Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y tratando de atacarle, lograron, aun contra su voluntad, que brillara más la gloria del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus émulos para manifestación del milagro.


martes, 30 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia 
Catequesis bautismales, nº 10 


«¿Quién es éste?»

     Si alguno quiere honorar a Dios, que se prosterne ante su Hijo. Sin esta condición, el Padre no acepta ser adorado. Desde lo más alto del cielo el Padre ha pronunciado estas palabras para ser escuchadas: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto». El Padre encuentra todo su gozo en el Hijo; si tú no encuentras también en él todo tu gozo, no tendrás vida... Después de haber reconocido que hay un solo Dios, reconoce también que hay un Hijo único de Dios; cree en «un sólo Señor Jesucristo» (Credo). Decimos «un sólo» porque sólo El es Hijo, aunque tenga diversos nombres... 


    «Se le llama Cristo» [es decir, el Ungido], un Cristo que no ha recibido su unción de manos humanas sino que ha sido ungido desde toda la eternidad por el Padre para ejercer, en favor de los hombres, su sacerdocio supremo... Se le llama «Hijo del hombre», no porque su origen sea terreno, como cada uno de nosotros, sino porque ha de venir sobre las nubes a juzgar a vivos y muertos. Se le llama «Señor», no abusivamente como los señores humanos, sino porque su señorío le pertenece por naturaleza desde toda la eternidad. Muy a propósito se le llama «Jesús» [es decir «el Señor salva»], porque salva curando. Se le llama «Hijo», no porque haya sido elevado a este título por una adopción, sino porque ha sido engendrado según su naturaleza. 


    Hay todavía muchas otras formas de llamar a nuestro Salvador... Según el interés de cada uno, Cristo se muestra bajo diversos aspectos. Para los que necesitan gozo, se hace «vid»; para los que han de entrar, es «la puerta»; para los que quieren orarle, es entonces «Gran Sacerdote» y «Mediador». Para los pecadores, se hace «cordero» para ser inmolado por ellos. Se hace «todo a todos» conservando lo que es por naturaleza. 



(Referencias bíblicas: Mt 3,7; Mt, i,17; Mt 24,30; Dn 7,13; Mt 24,30; Lc 2,11; Mt 1,21; Mt 3,17; Jn 15,1; Jn 10,7; Hb 7,26; 1Tm 2,5; Hch 8,32; 1C 9,22)

lunes, 29 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia 
Sermón 82/69 para el aniversario de los apóstoles Pedro y Pablo 


«Cuando seas viejo..., te llevará a donde no quieras»

¡No tienes miedo de venir a esta ciudad de Roma, oh apóstol san Pedro!... No temes a esta Roma, dueña del mundo, tu que en casa de Caifás te has acobardado ante una sirvienta del sumo sacerdote. El poder de los emperadores Claudio y Nerón ¿acaso era menor  que el juicio de Pilato o el furor de los dirigentes judíos? Sencillamente era que la fuerza del amor triunfaba en ti sobre las razones del temor; no creías deber tuyo temer a aquellos a quienes has recibido la misión de amar. Esta caridad intrépida, ya la habías recibido cuando el amor que profesaste al Señor se vio fortificado por su triple pregunta (Jn 21, 15s)... ¡Y para hacer crecer tu confianza tenías los signos de tantos milagros, el don de tantos carismas, la experiencia de tantas obras maravillosas!... Así pues, sin dudar de la fecundidad de la empresa ni ignorar el tiempo que te quedaba de vida, tu llevaste el trofeo de la cruz de Cristo a Roma donde te esperaban a la vez, por divina predestinación, el honor de la autoridad y la gloria del martirio. 


En esta misma ciudad llegaba san Pablo, apóstol como tu, instrumento escogido (Ac 9,19) y maestro de los paganos (1Tm 2,7) para estar contigo en este tiempo en el cual todo lo que era inocencia, todo lo que era libertad, todo lo que era pudor estaban oprimidos bajo el poder de Nerón. Fue él quien, en su locura, fue el primero en decretar una persecución general y atroz contra el nombre cristiano, como si la gracia de Dios pudiera ser constreñida por la matanza de los santos... Pero «preciosa es a los ojos de Dios la muerte de sus santos» (sal 115, 15). Ninguna crueldad ha podido destruir la religión fundada por el misterio de la cruz de Cristo. La Iglesia no sólo no ha menguado sino que se ha engrandecido con las persecuciones; el campo del Señor se ha revestido sin cesar de una más rica siega, cuando los granos, cayendo uno a uno, renacían multiplicados (Jn 12,24). ¡Qué gran descendencia han dado esas dos plantas sembradas al desarrollarse! Millares de santos mártires, imitando el triunfo de estos dos apóstoles han... coronado esta ciudad con una diadema de innombrable pedrería!


domingo, 28 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


Cardenal José Ratzinger [Benedicto XVI, papa 2005-2013] 
El Dios de Jesucristo 


«Niña, levántate»

«Tú no puedes abandonar mi vida en el reino de los muertos» (Sl 16,10). Esta palabra de la Escritura se cumple en Jesús en la medida en que él resucita al tercer día, antes de cualquier descomposición. La nueva forma de morir Jesús, conduce al sepulcro, pero no a la corrupción. Es la muerte de la muerte.... Esta victoria sobre el poder de la muerte, precisamente allí donde parece irrevocable, es un punto capital del testimonio bíblico... : el poder de Dios, que respeta a su creación, no está ligado a la muerte de esta. 


Ciertamente, la muerte es la forma fundamental del mundo tal cual está actualmente. Pero la victoria sobre la muerte, su supresión real y no tan sólo en el pensamiento, es una aspiración y una búsqueda del hombre, hoy igual que lo ha sido siempre. La resurrección de Jesús nos dice que, efectivamente, esta victoria es posible, que, en su principio la muerte no formaba parte y de manera irreversible, de la estructura de lo creado, de la materia... Nos dice, además, que la victoria sobre las fronteras de la muerte no es posible alcanzarla a través de métodos clínicos perfeccionados. No existe más que por el poder creador de la Palabra de Dios, y del Amor. Tan sólo estos poderes son lo suficientemente fuertes como para cambiar la estructura de la materia de manera tan radical que las barreras de la muerte puedan llegar a ser superables... 


La fe en la resurrección es una profesión de fe en la existencia real de Dios y una profesión de fe en su creación, al «sí» incondicional que caracteriza la relación de Dios con la creación y la materia... Eso es lo que nos da autoridad para poder cantar el aleluya pascual en medio de un mundo sobre el cual planea la sombra amenazante de la muerte.

sábado, 27 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


Basilio de Seleucia (¿-c. 468), obispo 
Homilía 19 sobre el centurión, PG 85, 235s  


«Muchos vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán... en el Reino de los cielos»

En el Evangelio he visto al Señor hacer muchos milagros y, asegurado por ellos, consolido mi voz temerosa. He visto al centurión echarse a los pies del Señor; he visto a las naciones mandar a Cristo sus primeros frutos. Todavía la cruz no ha sido levantada y ya los paganos se apresuran a ir hacia el maestro. Todavía no se ha oído: «Id, enseñad a todas las naciones» (Mt 28,19) y ya las naciones acuden apresuradamente. Empiezan su camino antes de sentir la llamada, arden en deseo del Señor. A penas se ha dejado oír la predicación y ya se apresuran hacia el que predica. Todavía es enseñado Pedro... y ya se reúnen entorno de aquel que les enseña, todavía no ha resplandecido, bajo el estandarte de Cristo, la luz de Pablo y ya las naciones vienen a adorar al rey con incienso (Mt 2,11). 

Y he aquí que ahora un centurión le ruega diciéndole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Y ya tenemos un nuevo milagro: el criado cuyos miembros están paralizados, conduce a su amo al Señor; la enfermedad del esclavo da la salud a su propietario. Buscando la salud de su criado, es conquistado por Cristo. 

jueves, 25 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


Filomeno de Mabboug (¿-c. 523), obispo de Siria 
Homilía 1, 4-8 


“Despierta tú que duermes” (Ef 5,14)

“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. “(Mt 7,24) Según nos dice nuestro Maestro, debemos no sólo escuchar la palabra de Dios, sino conformar nuestra vida a ella... Escuchar la ley es cosa buena porque nos incita obrar la virtud. Hacemos bien en leer y meditar las Escrituras porque así nos purifica el fondo de nuestra alma de los pensamientos malos. 


    Pero leer, escuchar y meditar asiduamente la palabra de Dios sin ponerla en práctica es una falta que el Espíritu de Dios ha condenado por adelantado...Incluso ha prohibido al que está en estas disposiciones tomar los libros santos en sus manos. Dios declara al impío: “¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes siempre en tu boca mi alianza, tú que detestas la instrucción y no tienes en cuenta mis palabras?” (Sal 49,16-17)...Aquel que lee asiduamente las Escrituras sin ponerlas en práctica encuentra su acusación en su lectura; merece una condena tanto más grave cuanto que desprecia y desdeña cada día lo que oye y lee diariamente. Es como un muerto, un cadáver sin alma. Miles de trompetas y coros ya pueden sonar a los oídos de un muerto, no los sentirá. Así mismo, el alma que está muerta por el pecado, el corazón que ha perdido la memoria de Dios, no oye el sonido ni los gritos de las palabras divinas y la trompeta de la palabra espiritual no le llega; esta alma está sumida en el sueño de la muerte... 


    Es pues necesario que el discípulo de Dios guarde firmemente en su corazón la memoria de su Maestro, Jesucristo, que piense en él día y noche.


miércoles, 24 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Homilía para el nacimiento de Juan el Bautista 


“Es necesario que él crezca y yo disminuya” (Jn 3,30)

El nacimiento de Juan y el de Jesús, y sus correspondientes Pasiones, han marcado la diferencia entre ambos. Porque Juan nace cuando el día empieza a decrecer; Cristo, cuando el día se dispone a crecer. La disminución del día es, para uno, el símbolo de su muerte violenta. Su crecimiento, para el otro, la exaltación de la cruz. 


Hay también un secreto sentido que el Señor revela… en referencia a esta frase de Juan sobre Jesús: “Es necesario que él crezca y yo disminuya”. Toda la justicia humana… se había consumado en Juan; dijo de él la Verdad: “Entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan, el Bautista” (Mt 11,11). Ningún hombre, pues, es superior a él; pero no era sino un hombre. Ahora bien, en nuestra gracia cristiana, se nos pide de no gloriarnos en el hombre, sino que “si alguno se gloría, que se gloríe en el Señor” (2C 10,17): el hombre, en su Dios; el servidor, en su amo. Es por esto que Juan grita: “Es necesario que él crezca y yo disminuya.” Ciertamente que Dios ni disminuye ni crece en sí mismo, sino en los hombres; a medida que aumenta el verdadero fervor, la gracia divina crece y el poder humano disminuye, hasta que llega a su fin la morada de Dios que está en todos los miembros de Cristo, y donde toda tiranía, toda autoridad, y todo poder, mueren, y donde Dios es todo en todos (Col 3,11). 


Juan, el evangelista, dice: “Había la verdadera luz, la que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (1,9): y Juan, el Bautista, dice: “De su plenitud todos hemos recibido” (Jn 1,16). Cuando la luz, que en ella misma es siempre total, crece en el que es iluminado por ella, éste decrece en él mismo cuando deja de tener lo que estaba sin Dios. Porque el hombre, sin Dios, no puede más que pecar, y su poder humano disminuye cuando triunfa en él la gracia divina, destructora del pecado. La debilidad de la criatura cede ante el poder del Creador, y la vanidad de nuestros afectos egoístas se hunden ante el universal amor, mientras Juan, el Bautista, desde el fondo de nuestra miseria, grita a la misericordia de Dios: “Es necesario que él crezca y yo disminuya”.


martes, 23 de junio de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Clemente de Roma, papa del año 90 a 100 aproximadamente 
Carta a los Corintios, § 36-38 



«El camino que lleva a la vida»

Jesucristo es, amados hermanos, el camino por el que llegamos a la salvación, el sumo sacerdote de nuestras oblaciones, sostén y ayuda de nuestra debilidad. (He 10,20; 7,27; 4,15). Por él podemos elevar nuestra mirada a lo alto de los cielos; por él, vemos como en un espejo el rostro inmaculado y excelso del Padre; por él, se abrieron los ojos de nuestro corazón; por él, nuestra mente, insensata y entenebrecida, se abre al resplandor de la luz; por él quiso el Señor que gustásemos el conocimiento inmortal, ya que «él es el reflejo de la gloria del Padre..., encumbrado sobre los ángeles porque es mucho más sublime que el de éstos el nombre que ha heredado» (Hb 1,3-4)... 

Tomemos como ejemplo nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo (1C 12,12s). Procuremos, pues conservar la integridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios. El fuerte sea protector del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien le otorga el don de la continencia. 

Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo fuimos formados, qué éramos al entrar en este mundo, de qué sepulcro y de qué tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos trajo a este mundo, obra suya, en el que ya antes de que naciéramos, nos había dispuesto sus dones. Puesto que todos estos beneficios los tenemos de su mano, en todo debemos darle gracias. 

lunes, 22 de junio de 2015

En uno de mis viajes de misión a Nicaragua...


Fui la piedra (9/11/13)

“La vida de un misionero no está llena de seguridad, sino que caminas en lo oscuro de las dudas buscando oír la voz de Dios, entre el bullicio de la vida, que te guía,  y al final Él lo hace todo” (José Miranda, laico dominico)

En mi vida, ser Iglesia, desde hace 20 años ha sido lo importante, incluso supera las emociones y sueños de felicidad que pude tener. La vida nos ofrece oportunidades de mostrar que somos lo que decimos ser. De ahi que la catolicidad no se puede entender como un mero título, sino cual condición propia del bautizado cristiano. Esta historia se desarrolla como la campaña de salud visual que se realizò a fines del año, es un viaje fuera de agenda, en el cual no tuve los compañeros de siempre ni derecho a viáticos, sino amigos nuevos, un mormón (el optometrista) y otra evangélica (su asistente) y de lo demás, se encarga Dios... por cierto, no esperes una narrativo tipo película. Las cosas sucedieron como debieron suceder. 

Del viaje desde El Salvador hasta Nicaragua

Vamos entre muchos atascos y hemos caminado por un sendero difìcil, tras la travesìa del viaje, una rastra volcada, aduanas conflictivas y uno que otro policía que te ve con cara de dinero, al fin entramos a Nicaragua casi alas 4 pm.

Luego de reportarme con p. Alejandro, párroco de San Lorenzo en Somotillo hemos dado el paso hacia Chinandega en donde nos espera Fray Javier en el Convento Sn. Luis Beltrán, OP. Somos recibidos con gran afecto, tenemos casa a nuestra disposición y con piscina incluida, misma que no usaremos por que no disponemos de la ropa más adecuada.

En Somotillo, el trabajo fue arduo, en la lista esperábamos a 106 personas y terminaron siendo 116, todos salieron con sus anteojos en mano y felizmente atendidos, agradecidos y agradeciendo.

Pero mi experiencia no es precisamente esta.

El dìa sàbado, durante la mañana y viendo diversos casos de gente que necesitaba pero no se había anotado y asì otros más, me sentía sofocado… quizás por cobarde me alejé. Pasé a la Capilla del Santìsimo y me refugiè. Guardè silencio, me puse a orar y a pedirle perdòn a Dios por no saber discernir. Quizás dos o tres minutos habìan pasado, el tiempo no se siente, recordaba los rostros de las personas en su necesidad y, una voz en mi mente resonaba “El pastor debe estar con sus ovejas”. Entendí que Dios no querìa que yo hiciera algo, todo lo había hecho Èl. Mi deber era estar ahí. Y eso hice. Ayudé en lo poco que pude y charlé un buen rato con el p. Bismark, párroco de Cinco Pinos, comunidad a más de 40 minutos de Somotillo que se habìan hecho presente.
El hombre es útil en la medida que Dios quiere (por su Gracia) y aùn una piedra haciendo cuña en la puerta hará el paso fàcil para aquellos que están cansados de caminar, asì que ese fui yo, una piedra haciendo cuña en la puerta.

Hemos sido dados a la vida para dar la vida por los demás, como Cristo, a quien se le reconoce su Mesianismo desde el bautizo y lo manifiesta desde la Realeza en la Cruz del Calvario. Lo que celebramos hoy Domingo 24 de nov. de 2013, la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Recuerdo a las personas pasando frente a mì y diciendo “gracias” a lo cual les respondía: “a Dios, las gracias a Dios”.  Yo no hice nada y lo mucho que otros dicen, es tan poco que ni merece contarse.

Ya en León la cosa cambia, estoy más desocupado como para dedicarme a atender unos menesteres personales: Oír Misa en el Santuario de la Merced, concluyendo el año litùrgico y asì alcanzando las Indulgencias Plenarias, entregar una encomiendo de Fray Federico a Doña Carmen y mi pequeño retiro de Silencio.

Uno cree que extrañará aquellas cosas que nos hacen felices y esos momentos y emociones de los que llegamos a depender para sentirnos vivos pero, cuando vengo acá y regreso a mi casa, extraño más las carencia que tuve. Aprendí que la dignidad està más allà de lo material. Es la codicia  lo que nos reduce. Cuando no podemos ver sino sòlo el valor cuantitativo, entonces, somos verdaderamente unos miserables. 

Mañana de vuelta a El Salvador, con una misión cumplida y muchas más en puerta. En esas quizás ya no seré ni piedra, pero lo fui en esta. Este es mi fin del Año de la Fe e inicio de Adviento…VIVA CRISTO REY!!!!!!!

José Miranda
laico dominico