Entramos a la cuaresma, tiempo litúrgico menor que obedece al tiempo mayor de la Pesàj (Pascua). Fiesta grande para todos los bautizados.
Se inicia con el miércoles de ceniza, en donde, mediante la imposición de cenizas, somos insertados al tiempo penitente preparativo para la Pascua.
Penitencia es dolor, podríamos definirla como “actitud de duelo por una causa particular”. Esta actitud conlleva acciones concretas, una es el ayuno, otro la donación mediante la limosna (ayuda a los pobres) y finalmente, oración. La oración cuaja para que todo tenga un sentido cristocèntrico, no cayendo en el fetichismo.
Es en este punto donde me quiero quedar. En mi predicación para Adviento he insistido en no hacer de el tiempo litúrgico uno de reciclaje. Una Navidad màs, una Cuaresma más, otra Semana Santa... ¡No!... A riesgo de sonar pesimista, ¿te consta que tendrás otra Semana Santa, otra Navidad u otra Cuaresma? Este no es un tiempo de reciclaje, es el Tiempo propicio. Es la cuaresma de mi vida, y debo vivirla lo mejor posible en coherencia al mandato de nuestra sta. Madre Iglesia.
Que cada uno sepa bien que el ayuno màs difícil no es dejar de comer sino, dejar de hacer aquello que podría a gusto personal absorber mis días. Reduciéndolo o limitándonos un poco para los días de ayuno (miércoles de ceniza y viernes). La abstinencia es “abstenerse de comer carne”. Es un sacrificio en consonancia con la imposición de cenizas, signo del penitente. Pero que sea con el rostro alegre y bien limpio.
Y precisamente, al salir a la calle con esa cruz de cenizas en tu frente, le dices al mundo “soy un penitente, un testigo por la causa de Cristo”. Hemos de guardar con cuidado nuestras acciones y aptitudes, màs que nada, recurrir siempre que haya conciencia de tener pecado mortal al confesionario.
Concluyo con estas palabras muy mías:
“La confesión es semejante al rìo de la gracia, en donde Dios mismo nos limpia y sostiene, para que perseveremos en el Camino de la Verdad, hacia la Vida Eterna”.
Josè R. Mendoza, OP