“Sto. Domingo no nos pertenece a los de
sotana”
(Fr. Federico Gonzàlez, OP)
Como laico de la Orden de Predicadores de Sto. Domingo
de Guzmàn, he de tener claro lo que signfica ser “Seglar”. La palabra nos
introduce al hoy, somos hombres y mujeres que viven en su siglo.
El seguimiento de Jesùs conlleva amar a Dios partiendo
del pròjimo, porque no se puede amar a Dios a quien no vemos y despreciar al
pròjimo a quien sì vemos.
Antes de hablar sobre la columna vertebral de mi padre
Sto. Domingo de Guzmàn, me enfocarè en los valores que son propios de cada
persona humana partiendo del simple hecho de gozar de una inteligencia bàsica
(Sentido comùn).
Ipse Christus, alter Christus. ¿Cuàntos cristos andan
por la calle en soledad, abandono y enfermedades, muchos con tìtulo
universitario y otros descalzos? El valor de la familia es necesario para tener
claras prioridades en la vida. El trato que damos a otros lo aprendimos en
casa. Cuando veo a alguien que impunemente arroja su basura a la calle me
pregunto, ¿Còmo vivirà en su casa?.
Por muy estudiosa que sea la persona es en el trato a
los demàs en que vemos su esencia, lo que es y quien es. No la màscara que nos
ponemos de buenos modales y jovialidad. Si la letra no llega al hueso, no somos
màs que sepulcros blanqueados.
Los dominicos somos la orden de la Veritas (Verdad),
nòtese que lo he escrito con mayùscula, debido a que se trata de una persona no
de un concepto. La Verdad es Cristo, yo soy. Para los dominicos eso, tiene un
valor incalculable. Es el sentido de nuestra labor apostòlica. No somos
defensores de una verdad, somos defensores de la Verdad con nuestra manera de
proceder y en nuestra propia vida de conversiòn. Por tanto, ni la mentira ni la
doblez nos deben caracterizar. Esto no quiere decir caer en la intransigencia. Asi
la verdad no se decide, se descubre, cual Sumo Bien.
Ser transparente es ser sensato. Saber dimensionar las
cosas, dadas segùn su nombre.
Otro valuarte de la orden es el respeto a los demàs,
partiendo del amor a uno mismo. Lo que quiero para mì lo quiero para mi hermano,
lo que no quiero para mì no se lo doy a mi hermano.
Esto ùltimo puede ser mal entendido. Se piensa que una
persona por su generosidad y silencio es un poco boba, pero resulta que somos
màs analìticos y por ende, leemos la realidad.
Al ver la vida de Santa Catalina de Siena nos topamos
con una mujer de su tiempo, gigante dirìa yo. Cuya naturaleza es fuego. Esta noble
mujer supo dimensionar la Iglesia de su tiempo con las circusntancias sociales.
Valentìa para decir la verdad y encararla con quien tenìa que decirse. Sin miedo
ni doblez, no por nuestra naturaleza herida por el pecado, sino con una
valentìa que viene de lo alto.
La espiritualidad dominicana es ante todo la vida de Domingo de
Guzmàn. Esa parte constitutiva de nuestra santidad, en referencia a Sto. Domingo.
Dice Jordàn de Sajonia: "Sus costumbres, su fervor, oraciòn, contemplaciòn,
liturgia, estudio, predicaciòn, vida fraterna sin doblez, su alegrìa, sus observancias
religiosas, su gobierno; su pobreza. Un discìpulo de Jesùs".
¿Còmo relacionarse con los demàs? Con quien se niega a
creer, con quien esta decepsionado con la Iglesia.
Esa experiencia de Dios a lo dominicano no debe
medirse por los años que tenemos en la orden sino por la convicciòn y fuerza de
querer agradar a Dios y servir a los hermanos. No podemos pensar en ser
creyentes cristianos si no nos atrevemos a tener una experiencia viva de Dios.
Cabe mencionar que vivimos en un tiempo de pobreza
mental por lo que, conceptos metafìsicos, son poco y casi nada entendibles.
Pues ahora la gente esta màs aferrada a las cosas perecederas. Cuando Jesùs
ordena a sus discìpulos subir a la barca, quiere que abandanonen las cosas del
mundo, para seguirlo a èl. Desprenderme de mì mismo, de mi ego y de las cosas
es el llamado de Cristo para ser su discìpulo. Y sobre este punto me quiero
detener; separarse es desprenderse de una cadena.
Cuando asumimos conocer a
nuestra manera al pròjimo, es limitar a los demàs a nuestra conveniencia. Querer
que sean como yo quiero es no dejarles ser. En ese sentido, la libertad se
vuelve una apuesta. Misma que hizo Dios al otorgarnos la libertad.
El valor del respeto no va sòlo hacia los bienes
personales, sino tambièn hacia su tiempo, emociones y criterios, por erròneos
que sean. Conviene decir que, la correcciòn si bien es necesaria, no serà
aprovechada sino es requerida. De ahí que el ejemplo es un buen predicador.
Josè Mendoza, OP