En la solemnidad de la Sagrada Familia hemos recordado que ella es el lugar en donde crecemos en valores humanos y practicamos de primera mano las virtudes cardinales. Sn. Pablo nos da instrucciones muy pertinentes para la sana convivencia familiar. Y el profeta nos habla sobre las gracias y dones que Dios da a quienes cumplen con el 4o Mandamiento.
Pero quiero centrar mi atención en la pregunta que hace Jesùs a sus padres: "No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?".
El deber de los hijos es cumplir con la voluntad de sus padres, en agradarles y amarles intensamente. Esto se traduce en obediencia. Jesùs nos muestra que todos somos hijos de Dios y cumple a la perfección con esta realidad cristológica. Por tanto, los padres han de saber amar a Dios con la generosidad de darle a sus hijos para el bien de los hombres, pero jamás sin dejar de darles una educación cristiana partiendo del ejemplo y orientada al bien común.
El deber de los maridos es amar a sus esposas y no ser rudos con ellas, el de las esposas es obedecer a sus maridos por amor al Señor, el de los hijos, obedecer a los padres en todo lo posible. Que los padres no exijan demasiado a los hijos (no pidan imposibles) para que no se depriman al no poder dar gusto en todo a sus padres. Pablo no deja fuera el don del consejo y la gratitud que asiste a los cónyuges.
Si queremos tener familias coherentemente cristianas, Jesùs ha de ir al centro de toda ella (comedor, oración familiar, trabajo, dormitorio, diversiones, conversaciones, generosidad, sacrificio, etc), luego Marìa con el rezo del sto. Rosario y demás oraciones marianas y sn. Josè encarnado en la práctica de las virtudes cardinales.
Seguimos en la Octava de Navidad, vivamos este tiempo en acción de gracias.
Josè Mendoza, op
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