La segunda lectura nos muestra la forma en que en Apòstol Pablo comprende la Iglesia. Es su visión eclesiològica. Sabe que Cristo es Cabeza y gobierna con la misma autoridad conque sana enfermos, resucita muertos, libera de los demonios, caminò sobre las aguas y resucitó al Tercer Dìa.
Para ser miembros de este cuerpo el único requisito es ser bautizados. Por tanto, dice el Apóstol, ningùn miembro puede estar en discordia con otro miembro, pues ambos son parte de la Iglesia.
De tal suerte, no todos podemos ocupar las mismas tareas, siendo así cada uno ha de ser Cristo en su comunidad, en su hogar, en su universidad, en su camino diario. Iluminando, animando, confortando, acompañando y, de ser necesario, predicando con palabras.
No podemos ver en la Iglesia de Cristo, al otro, con desprecio, indiferencia, matándolo con nuestra murmuraciòn e incomprensión, pues si uno sufre, todos sufrimos a causa del pecado
Así de grave es el pecado y asì de grandioso es un pecador que se arrepiente. Dios ha querido gloriarse en nuestra debilidad para bien de todo su Cuerpo Mìstico.
Vemos ahora la importancia de no auto engañarnos creyéndonos buenos mientras abofeteamos a los demás sin causa aparente, y aunque tuviera yo razón, esto no me valida para pecar contra mi prójimo, me autoriza si a dialogar en fraternal cercanía.
Conviene como en las Completas, hacer un examen diario de conciencia, dicho sea de paso, nos podemos confesar aunque no tengamos conciencia de pecado mortal, así se perdonan los veniales y acrecienta en nosotros la Gracia.
No se puede ser seriamente catequista sin haber leído el Corpus Paulinum, no se puede uno llamar seriamente catòlico sin comprender la eclesiologìa como nos la presenta Sn. Pablo. Podemos vestir de Blanco y Negro en cada celebración y seguir siendo zopencos.
Josè Mendoza, op