"... yo no quise atentar contra el ungido del Señor". Palabras fuertes de parte de David quien, cuando tuvo la oportunidad de dar muerte a ese que le buscaba para matarlo, decide que no le hará ningún mal pues es "el ungido del Señor". (1a lectura)
Podemos pensar en cuanto cuesta perdonar a quién tanto nos hace daño y/o ha maquinado causar desgracias en mi vida... esta fuerza de perdonar no viene de quienes tienen sus ojos puestos en el mundo. Para ellos, el perdón es una forma de debilidad, en cambio, para el hombre nacido del bautismo de Cristo, el perdón es fuerza que le viene de la gracia santificaste para el bien de su alma y de aquel a quien se le concede el perdón.
¿Pero, què es el perdón? perdonar no es olvidar simplemente, nos somos computadoras como para resetear el disco duro y volver sin rastros del virus. Perdonar consiste en no volver a mencionar, esto conlleva sanar la memoria y el alma. No es una cosa que se logra en un instante ni en mil años, se logrará en la medida que se lo pida al Señor orando pacientemente por el bien de esa persona que te ha dañado. No con afanes de venganza, sino en el amor del Señor, para que se cumpla en esa persona la voluntad del Altísimo.
"Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial". (2a lectura)
Otra cosa que no podemos dejar de mencionar es la necesidad del perdón, no basta querer perdonarte, tengo que hacer actos concretos para que mi voluntad trabaje conforme a los designios de Dios.
Por eso no podemos ver todo como una afrenta personal, eso es propio del hombre mundano, pero el hombre espiritual busca los designios de Dios en todo lo Èl permite, a eso le llamamos Contemplación.
«Yo les digo a ustedes que me escuchan" (Evangelio) Estar atentos a la voz de Dios es poner el corazón en sintonía de sus deseos, no de los nuestros. Esto requiere humildad, por la cual sabemos que sin Jesùs nada podemos, es ademàs necesaria para que el perdón sea verdadero.
Podemos leer el Evangelio en clave moral, no nos habla de simples reglas de conducta sino de la medida del amor (virtud sobrenatural), pues desde el bautismo hemos recibido la fuerza de amar sin medida, requisito indispensable para entrar en el Reino de los Cielos.
Pues, ¡cómo puedo decir que amo a Dios a quien no veo si desprecio a mi hermano, a quien sí veo!
Josè Mendoza, op