Una manera muy práctica para afrontar las tentaciones segùn el mensaje que nos da el evangelio de hoy es: con oración, ayuno y confianza en Dios.
Si confiesas con tu boca que Jesùs es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.
Esta confesión se da de manera consciente, no de forma tal que suena a compromiso exterior. Confesamos lo que nuestras acciones manifiestan, pues por sus frutos los conocerán.
Creer en tu corazón es creer desde lo màs profundo de tu ser, no del diente al labio, pues cuando llegan las pruebas, es Dios quien nos purifica y otorga sus dones si somos perseverantes en la oración, en el ayuno (de esas cosas que ya no deben ser màs en mi vida pues nos alejan de la gracia), y en la confianza que se expresa con la oración y la acción de gracias.
La Salvacion es un don de la generosidad de Dios, pero si queremos ser salvos es porque Dios lo quiere, si queremos ser santos es porque Dios lo quiere. Si amamos a Dios es por Dios mismo, por èl como es.
Conscientes de nuestra humana debilidad, proclamemos con el salmo 90:
"di al Señor: mi refugio, mi valuarte, mi Dios en quien confío".
Josè Mendoza, op
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