domingo, 29 de abril de 2018

Devota, sta. Catalina de Siena

La devoción denota una entrega total a una experiencia, por lo general de tipo mística. El carácter de esta entrega es total. Una persona devota no se pone la camiseta o se pinta para ciertos momentos, no se carnetiza ni se institucionaliza. Esto puede servir entre los pastores asalariados, no entre personas que desean vivir el sentido de su vida en clave cristocèntrica. 

La mujer que hoy traemos a colación es, en la tradición dominicana, la primer laica declarada santa en la Orden de Predicadores de Sto. Domingo de Guzmàn. Su entrega ha sido tal, que todo en su vida gira en torno a Cristo. De tal manera, siendo analfabeta conoció las letras por ciencia infusa. Màs adelante llegar a aprender a leer y escribir. Y también serás estigmatizada.

Su entrada a la Orden es igual de impresionante, siendo una mujer de singular belleza y en una època donde casarse era para las damiselas lo màs importante en su vida, es rechazada al querer ingresar a la orden pues su vida debía ir en coherencia a las tradiciones familiares. Dios le permite sufrir una enfermedad que deforma su rostro mientras la padece, esto facilita que su entrada no sea restringida. 

Sugiero para tener claros los detalles buscar la biografía, mi interés no es publicar una, sino dejar el enfoque de la devoción de una persona común de su tiempo. 

La fuerza de Dios, el amor a Cristo en su pròjimo, le faculta para poder decir sobre sì misma: "Mea natura e fuocco" (Mi naturaleza es fuego). 

Para los dominicos, que vivimos el carisma mediante la Regla y la vida de los Santos de la Orden, en coherencia con las Sagradas Escrituras y la Sana Doctrina de la Iglesia Católica, su testimonio nos impulsa a vivir en este mismo sentido que Catalina, el fuego de Dios que quema nuestras imperfecciones, purifica nuestras almas y nos levanta de nuestras cobardías. 

La entrega es signo de los enamorados. Los asalariados lo hacen por vanidad y arribismo, son los que dispersan a las ovejas. 

Josè Mendoza, OP


lunes, 23 de abril de 2018

¿Cuàl de los tres es el menos confiable?


El Evangelio dominical nos presentan tres personajes:

- El buen pastor
- El mal pastor
- El lobo

El bueno conoce a sus ovejas, ellas le oyen y le reconocen (tienen confianza); el malo, al ver las dificultades, huye (es el asalariado) y el lobo, es un animal que por su instinto mata para vivir (dispersa a las ovejas)

En el primero se puede confiar, sino las ovejas no se alegraran al oir su voz. En el segundo se ve que si no esta contemplada su paga, no hace màs de lo necesario. El lobo destruye.

Pero el menos fiable es el pastor asalariado. Del primero y del tercero sabemos lo que se puede esperar, del asalariado no, pues no piensa tanto en el salario sino en que èste le satisfaga.

El salario puede entenderse de diversas maneras:
- El prestigio (los honores)
- Un pago econòmico inmerecido.

Consentimos los misterios de la fe sin considerar el trato humano, como por no ver la raíz supusiéramos que el árbol crece sin más. No pretendo decir que quien trabaja en un instituto catequètico, no tenga derecho a cobrar por su labor, según contempla el CIC. Se da màs en lo pastoral y muchas veces en la vida diaria en donde identificamos a los pastores asalariados. 

Nadie es màs libre que quien ama sin esperar, quien se compromete por el bien que a otros puede dar. Es libre para amar y ama porque es libre.

El lobo destruye, es quien genera discordias, habladurías, critica pero no acepta la crítica, tira bombas de manipulación para conducir a las ovejas por el abismo de un pensamiento único (el suyo); son "decretistas". Pretenden que los demás vivan a su manera pero no corrigen su vida, su salud o sus malas actitudes.

El bueno genera concordia, anima, acompaña, es consciente de la realidad de los demás para ayudar con su ejemplo y oración, y cuando se le requiere consejo, puede darlo sin repudiar a su prójimo por no ser "a la carta".

Josè Mendoza, OP







jueves, 19 de abril de 2018

La Pascua es el paso hacia la santidad

Cuando Israel cruzò el mar hacia la Tierra prometida, en la exègesis puede entenderse desde lo literal, lo moral y lo anagògico. Literalmente pasaron de un extremo hacia el otro, perseguidos por los soldados del Faraón, para llegar a su destino que era el monte Sinaì. En lo moral nos habla de la metanoia (conversiòn); referencia de nuestro bautismo. En lo anagògico (escatologìa), es pasar de lo terreno a lo Eterno, en la eternidad.

Las tres son idènticas desde àngulos diferentes. La invitaciòn a la santidad es para todos, por encima de los errores y desaciertos de nuestras vidas. Es porque la gracia no la posee nadie, nos posee desde el bautismo.

En la Pascua de Resurrecciòn recordamos que Jesùs, ¡Està vivo! Nuestra fe y nuestra esperanza tienen sentido. No seguimos el fracaso de una muerte sino al que triunfò sobre la muerte. Y si Dios tiene el poder de todo esto, ¿hay algo imposible para Dios?.

Recojamos lo cosechado a este tiempo desde el domingo de Resurrecciòn. ¿Còmo hemos vivido hasta hoy la Pascua?, ¿còmo la vivirèmos hasta la fiesta del Corpus Christi?

Es tiempo del Gaudete et exsultate (Exhortaciòn apostòlica del Papa Francisco). El gozo y la alegrìa, estar alegres significa no ver màs lo malo por encima de lo bueno, sino lo bueno como lo ùnico que conviene contemplarse, y el gozo es ir aùn màs allà de la alegrìa del momento. Es la certeza de la causa formal (Dios) de dicha alegrìa.

La gracia de Dios que habita en todos nosotros se ha manifestado. Ha cumplido lo anunciado por los profetas, nos ha colmado de bienes, hemos sido sanados de nuestras enfermedades, nos devuelve la dignidad perdida a causa del pecado de Adàn y Eva; podemos decir sin temor a equivocarme que somos santos, como Èl es santo. En la medida que le imitemos y seamos dòciles a sus intenciones.

El camino frente a nosotros ya no pinta igual, antes creìamos conocerle, pero lo vemos màs claro ahora. Nada ha sido en vano, nada ha pasado ni pasa por gusto, todas estas manifestaciones de sus voluntad salvìfica son signo sensible que su resurrecciòn es mi certeza en ese amor para todos, inclusive para mì, con todo y mis errores.

La pascua no es la meta del triunfo sino oportunidad de transformaciòn en esos aspectos de mi vida que andan mal, que no son congruentes con la fe que proclamè en la Vigilia Pascual.
Recordemos que todo hombre cual hombre, vive en un tiempo negativo, que lleva al dìa cero, pero Dios es eterno y quiere que vivamos con èl, en su eterno hoy que es en su presencia. Esa es la tierra prometida en sentido anagògico.

La alegrìa y el gozo han de ser nuestra carta de presentaciòn, no podemos ir por ahí con cara de limòn, dirà SS Francisco, sino dichosos por ser hijos de Dios, en el Hijo, por cuyos mèritos hemos sido salvados.

Dejemos de lado los malos ratos, el orgullo, la soberbia, la envidia y la codicia, y llenemonos de la Gracia que Dios ha derramado por medio de los Sacramentos de la Iglesia Catòlica.
Dejèmonos tocar por sus amor y detengàmonos a vivir en el silencio cotidiano de sus caricias. No pensando en metas que no llevan sino a otras ambiciones, mejor en Dios quien es fiel y nos ama de forma que no podemos imaginar. Diràn por ahí: “con locura”.


Josè Mendoza, OP

lunes, 2 de abril de 2018

Lunes de la Octava de Pascua


Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego 

Catequesis 13 

“He aquí que Jesús viene a su encuentro”

     Son muchos los que creen en la resurrección de Jesús, pero son pocos los que tiene de ella una visión clara. ¿Y cómo los que no lo han visto pueden adorar a Cristo como a Santo y como a Señor? En efecto, está escrito: “Nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’ si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1C 12,3), y también: “Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,24)… ¿Cómo es, pues, que el Espíritu Santo hoy [en la liturgia] nos mueve a decir: “Hemos visto la resurrección de Cristo. Adoremos al Santo, al Señor Jesús, al único sin pecado”? ¿Cómo nos invita a afirmarlo como si lo hubiéramos visto? Cristo ha resucitado una sola vez, hace mil años, y tampoco entonces nadie le vio resucitar. ¿Acaso la divina Escritura nos quiere hacer mentir?

¡Jamás de la vida! Al contrario, nos exhorta a ser testigos de la verdad, esta verdad en la que en cada uno de nosotros, sus fieles, se reproduce la resurrección de Cristo, y ello no sólo una vez, sino cuando, en cada hora por así decir, el Maestro en persona, Cristo, resucita en nosotros, vestido totalmente de blanco y fulgurante con los rayos de la incorruptibilidad y de la divinidad. Porque el luminoso acontecimiento del Espíritu nos hace entrever, igual que aquella mañana, la resurrección del Maestro, o más bien nos hace el favor de verle a él mismo, al mismo resucitado. Por eso cantamos: “El Señor es Dios, él nos ilumina” (sl 117,27), y aludiendo a su segunda venida, añadimos: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (v 26). Es de manera del todo espiritual, por su mirada espiritual que se presenta y se hace ver. Y cuando, por obra del Espíritu Santo, esto se realiza en nosotros, él nos resucita de entre los muertos, nos vivifica y nos da de verle a él mismo, enteramente, viviendo en nosotros, él, el inmortal e imperecedero. Nos hace la gracia de poderle conocer claramente, a él que nos resucita con él y nos hace entrar con él en la gloria. 

domingo, 1 de abril de 2018

Pascua de Resurrección del Señor

Vivimos en la alegría de la Resurrección, es un sentimiento normal, llamado gozo. Pero este gozo no debe quedar en un lapso emotivo. 

El bautizado es sujeto de la evangelización, no objeto en sì mismo. Pues al recibir el sacramento, no sólo recibì la fe, sino que tengo el deber de trabajarla, alimentarla y transmitirla. 
Iniciamos hoy la cincuentena de Pascua, en donde más que brincar de alegría hemos de vivirla y anunciar al Resucitado. 

Compartir la fe y la esperanza, compartir la vida en lo cotidiano. El Cirio nos habla de La Luz de la fe presente responsablemente en la vida de cada uno de los hijos de Dios. "Este es el dia que anunció el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo, dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia."

Dar gracias se hace con la vida, con nuestras actitudes de cambio. Si hemos vivido la Pascua, el paso, venimos de una vida a la vida nueva. No a las cosas del pasado, siempre con la cruz de cada día pero en miras a ir en camino a Dios, a la vida eterna. 

Es el tiempo de la perseverancia de nuestra conversión, en donde el ayuno, la oración y la misericordia siguen presentes. 

¡Feliz Pascua de Resurrección!

Josè Mendoza, OP