El Evangelio dominical nos presentan tres personajes:
- El buen pastor
- El mal pastor
- El lobo
El bueno conoce a sus ovejas, ellas le oyen y le reconocen (tienen confianza); el malo, al ver las dificultades, huye (es el asalariado) y el lobo, es un animal que por su instinto mata para vivir (dispersa a las ovejas)
En el primero se puede confiar, sino las ovejas no se alegraran al oir su voz. En el segundo se ve que si no esta contemplada su paga, no hace màs de lo necesario. El lobo destruye.
Pero el menos fiable es el pastor asalariado. Del primero y del tercero sabemos lo que se puede esperar, del asalariado no, pues no piensa tanto en el salario sino en que èste le satisfaga.
El salario puede entenderse de diversas maneras:
- El prestigio (los honores)
- Un pago econòmico inmerecido.
Consentimos los misterios de la fe sin considerar el trato humano, como por no ver la raíz supusiéramos que el árbol crece sin más. No pretendo decir que quien trabaja en un instituto catequètico, no tenga derecho a cobrar por su labor, según contempla el CIC. Se da màs en lo pastoral y muchas veces en la vida diaria en donde identificamos a los pastores asalariados.
Nadie es màs libre que quien ama sin esperar, quien se compromete por el bien que a otros puede dar. Es libre para amar y ama porque es libre.
El lobo destruye, es quien genera discordias, habladurías, critica pero no acepta la crítica, tira bombas de manipulación para conducir a las ovejas por el abismo de un pensamiento único (el suyo); son "decretistas". Pretenden que los demás vivan a su manera pero no corrigen su vida, su salud o sus malas actitudes.
El bueno genera concordia, anima, acompaña, es consciente de la realidad de los demás para ayudar con su ejemplo y oración, y cuando se le requiere consejo, puede darlo sin repudiar a su prójimo por no ser "a la carta".
Josè Mendoza, OP
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