domingo, 29 de septiembre de 2019

La paràbola de hoy nos recuerda que, el acento no se debe poner en la riqueza, sino en la mala utilizaciòn que hacemos de nuestras riquezas. El otro punto es que el rico es rico, por diversas razones. De ahí que, riqueza puede ser en muchos sentidos, no exclusivamente lo material. El tiempo, el conocimiento, la fuerza, la salud, la vitalidad, etc. Son ejemplos de riquezas. La pobreza es carecer de lo que me permita una vida digna, o bien, reconocerse por debajo de la superioridad de alguien (es el caso de la pobreza espiritual) 

Quien posee un par de zapatos, aunque sean maltrechos, es rico a la par de quien anda descalzo, y quien come aunque sea una cosa poca es rico al lado de quien tiene dìas sin probar alimento. ¿Y quien lo posee todo sino es Dios? Entonces, todos somos pobres, unos màs y otros menos cargados de equipaje. 

Mis abundancias son para darlas y compartirlas en satisfacciòn del hambre y necesidades de los demàs, sea cual sea el tipo de apetito. No se trata de regalar tus cosas ni de mantener al vecino, sino de ayudarle en la mendida de nuestras posibilidades.

Pidamos en este día al Señor, que nos conceda el don de la generosidad para con nuestros hermanos necesitados de aquello de lo que yo puedo dar, puesto que esta vida humana es para prepararnos a la vida eterna. De lo que aca hagamos dependerà nuestro estado de eternidad, llamados Cielo o infierno. 

Josè Mendoza

domingo, 22 de septiembre de 2019

¿Es nuestra conducta conforme a la voluntad De Dios?


¿Cuáles son los criterios que rigen tu vida? Dios o las riquezas. 

La conducta que tomamos ante la riqueza dicta tu manera de ser y pensar en las diversas circunstancias de la vida. Hay quien vive para ser famoso y verse bien, esa es una riqueza. Otra podrìa ser los malos hàbitos, las amistades, los lujos, etc. 
El evangelio de hoy nos lo pone claro, no se puede servir (amar) a Dios y a nuestros apegos. 
A veces, puede que hasta nos creamos el cuento de que hacemos las cosas con la “recta intención” del bien. Pero, aun así, si no eres pobre de corazòn, sino buscamos alcanzar esa bienaventuranza, no poseeremos los bienes del Cielo. De todo lo demás, Dios se encargará. 

Poner el corazòn en esas riquezas del mundo, como el reconocimiento y la fama, es propio de gente mundana. Y todos estamos propensos de caer en la presunción. 

Pidamos al Señor nos ilumine para afrontar el día a día como mendigos en esta tierra y ricos en el Cielo, para ver a los demàs como nuestros hermanos y a no buscar los primeros lugares, sino, màs bien, servir al pròjimo por amor a Dios.

Josè Mendoza, O.P.


domingo, 15 de septiembre de 2019

No podemos tomar de la copa con Dios y luego con el demonio

No podemos ir por la vida buscando la religión a nuestra manera o conveniencia, querer el amor a nuestro gusto y al pròjimo, que sea a la carta.

No podemos amar y luego odiar, bendecir y luego maldecir, no podemos tomar la copa de la salvaciòn de manos del Señor para luego tomar el vino de la perdiciòn en compañìa del Maligno. 


No podemos ser catòlicos de domingo y Herejes o Ateos de lunes a sàbado. El hijo pròdigo fue a buscar la dicha a su manera y el Padre, no queriendo el sufrimiento de su hijo, le permite hacer su voluntad, valiéndose de èsta para que el hijo se arrepienta y enmiende. A veces necesitamos tocar fondo para darnos cuenta de nuestro propio engaño.

Dios nos ama y perdona siempre... nosotros aceptamos su misericordia o renegamos de ella quedándonos afuera de la fiesta. 

La religiòn tiene su fundamento en el sentimiento de dependencia entre un ser finito (el hombre) y aquel que nos inspira trascendencia (Dios), saliendo de una realidad contingente para ir al otro, a quien reconocemos como el Eterno; sòlo reconociendo nuestra indigencia seremos capaces de acercarnos a Dios, y al pròjimo, con sincero arrepentimiento y afàn por amarle, respetarle y servirle.


Josè Mendoza, O.P.

domingo, 8 de septiembre de 2019

El orden correcto de las cosas

Lo he dicho antes y ahora lo repetirè: segùn sea tu escala de valores, serà la vida que ostentes. 

El Evangelio de hoy nos habla de los tres tipos de posesiones mundanas: bienes materiales, los afectos y el ego.

Las cosas sirven para llevar una vida digna no para dejar de vivir por tenerlas, los afectos pueden ser desordenados si nos alejan de nuestro fin ùltimo que es Dios. Incluso, el amor entre familiares debe someterse al Amor de los Amores, porque quien no ama a Dios primero, no ama a nadie, ni así mismo.

Finalmente, pone en relieve el amor propio desordenado, o egocentrismo para abreviar. Es ese tipo de amor en donde todo se hace por el yo, donde no cabe lo que otros quieren, piensan o les afecta, sòlo soy yo y a quien no le guste pues, que se... @¢#¬∞“

Veamos el ejemplo de Jesùs, èl supo dar su lugar a cada cosa, un orden correcto: A lo material valor de uso, a los afectos valor fraterno y al Yo, valor oblativo.

Luego, pensemos en como damos orden a nuestros diversos bienes, relaciones, ideales y prioridades. 

Puestos en oraciòn, pidamos al Señor que nos conceda el recto discernimiento, para que sepamos ver las cosas del mundo en su justa medida.

Josè Mendoza, O.P.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Humildad, virtud para combatir la soberbia

Siempre la gente menos humilde suele tachar a otros de no ser humildes, y es que la aceptación de la propia realidad lleva a aceptar las limitantes de los demàs. Dicha aceptaciòn (de la propia fragilidad) no significa que no debemos luchar por ser virtuosos y coherentes con nuestra fe. Es ahi donde entra en juego la humildad: sabiendo lo que somos, aceptando lo que no podemos y recurrir a Aquel que todo lo puede. 

Las lecturas del dia de hoy tienen por tema centra la humildad. 

Misma que se manifiesta con la dependencia que tenemos de la soberanía de Dios, de sus dones y de su sabiduría. “Sin mi nada podèis”, dice el Señor.

Cuando no somos arrebatados en querer imponer a otros nuestro parecer, nuestros criterios, nuestros juicios inconscientes, buscando sòlo servirles con caridad, es que estamos viviendo la virtud de la humildad, y aceptando las humillaciones con gratitud al Todopoderoso que no quiere sino nuestro bien, es que curamos nuestra alma de la soberbia. 

Oremos a Dios con insistencia pidiéndole nos conceda la gracia de la conversiòn y de la perserverancia final.

Josè Mendoza, O.P.