Al final del evangelio que hemos leìdo este domingo, Jesùs expone realidades impresionantes:
"Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. |
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, |
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". |
Primero exige el apostolado (“vayan”), segundo, no es un hacer por hacer, sino con el propòsito de salvar almas, bautizàndolas, asi los sacerdotes como todo catequista, seriamente instruìdo en la Sana Doctrina, para acompañar al formando en su proceso inicial de vida cristiana que le prepara al apostolado, luego nos revela a la Santìsima Trinidad, que no es cosas poca.
Y por último, manda a los apóstoles a instruir segùn la Sana Doctrina, no segùn criterios u opiniones humanas, para que asì ellos, imitando a Cristo, sean testimonio del discipulado.
El seguimiento de Jesùs, asi llamado discipulado, se vuelve en razón y sentido de nuestra vida, de nuestras cruces y de nuestra esperanza en la vida Eterna.
Jesùs no nos ha abandonado, sigue con nosotros mediante su Espìritu en la vida sacramental, cuya administración esta presente en la Iglesia catòlica.
Vivamos pues de cara a Dios con esperanza en los bienes eternos, para saberle dar a los terrenos su justa valoración.
Vivamos pues de cara a Dios con esperanza en los bienes eternos, para saberle dar a los terrenos su justa valoración.
Josè Mendoza
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