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Inicio el presente artículo recordando a
Benedicto XVI, entonces Cardenal, en la homilía de la misa “pro eligiendo
pontífice”, advierte que el Relativismo: “Es como un pulpo, extiende sus
tentáculos procurando abarcarlo todo” (la dictadura del relativismo). Es una
realidad en la que muchos espacios
pastorales han quedado sumergidos, ha ganado terreno en el pensamiento de
muchos laicos dominicos con promesa
temporal y perpetua. Cosa que a nuestros novicios más consientes causa asombro,
y no es para menos, pues estos gozosos de la gracia de la predicación, resulta
que promulgan un sincretismo y tendencias ideológicas. En un afán por el
dialogo, hemos podido caer en el desuso de la argumentación racional.
Un laico ha recibido su dignidad desde que
fue creado por amor, pensado por Dios para ser feliz y autèntico en conocer y
perseverar en la verdad, nacido desde las aguas bautismales, el cristiano debe
vivir coherentemente y mantenerse en la gracia atraves de una vida sacramental.
Según Platón, el dialogo trata de la
búsqueda de la verdad, parto entonces del discurso de montesinos, 21 de
diciembre de 1511, advierto que nuestro ideal no está intencionado a ganar
discusiones si no encender el lumbral de la verdad, semejante a nuestro Padre
Sto. Domingo de Guzmán en su dialogo de la taberna de Tolosa, buscando la
conversión del dueño del hospedaje, con el cual trabajo toda la noche,
procurando su conversión dilucidando la verdad atraves de un dialogo autentico.
(La misiòn)
No tengamos miedo de dialogar, la
principal debilidad del pensamiento relativista es carecer de argumentos serios.
Se ataca el error no al errado, corregir al que se equivoca es una obra de
misericordia.
En el dialogo se conoce de cerca la
postura del otro y se expone la propia, bien lo decía Sócrates conócete a ti
mismo, en dialogo deben presentarse argumentos serios y bien documentados, no
debe ser improvisado, sino bien organizado, no debe apoyarse en ninguna falacia
egocentrista: “como usted es humilde debe darme la razón o yo soy laico
consagrado por lo tanto usted debe darme la razón, yo soy consagrado (Promesa
perpetua) y usted no, por lo tanto la verdad es lo que yo he planteado”; la
vana presunción, mi hermano, también es peldaño para ir al infierno, es fácil
caer en contradicción, pero, ¿estoy hablando de la verdad de Jesús o de mi
verdad?, porque de ser así, mi verdad no tendrá contradicción por que todo es a
mi manera, ser laico dominico con
promesa no es un privilegio de categoría, es una responsabilidad, la verdad por la que el dominico pone la
cara debe estar respaldada por una verdadera formación humana, doctrinal, en obediencia
al magisterio, para ello se debe orar, estudiar, contemplar y tener vida
fraterna congruente. Lo que tú y yo presentemos como verdad pesa en la
eternidad y de eso daremos cuentas.
El discurso de Montesinos ofrece un
despertar de la conciencia de la época; se entiende por las agresiones contra
la dignidad de los indios, quienes se han de ver como Hijos de Dios y personas
humanas. La dignidad no estaba marcada por tener o no sangre española, sino
porque habían sido pensados en el amor de Dios y elegidos para él, desde el
relativismo este dialogo hubiera terminado en simpatía nada más, la visión de
Montesinos no es ganar estatus delante de los conquistadores, si no denunciar
una injusticia, lo hace atraves de la razón por lo tanto es de contenido
doctrinal.
Bien lo dice san Juan Pablo II en la introducción
de Fides et Ratio:
“La
fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva
hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el
deseo de conocer la verdad y en definitiva, de conocerle a Él, para que
conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.”
Montesinos hace preguntas claras, directas
a la conciencia, no adolece de ideologías. Un laico dominico debe saber
plantear argumentos serios, no debe caer en mentiras ni pensamientos de la
corriente relativista, no debe recurrir a la carta de la autoridad: “porque soy dominico y tú también, debes
aceptar lo que yo digo es la verdad”, bien lo decía Gandhi: “deja que tu luz resplandezca sin opacar la
del otro”, el dialogo autèntico del dominico debe estar cargado de
criterio, humildad y obediencia a la revelación y el magisterio, nos lo dice la
regla de las fraternidades laicales dominicanas “el laico dominico es humilde, depende de Dios, acoge y ama como
mandato de Cristo, es afirmativo también decir que estudia, contempla, es capaz
de dialogar, de comprender y comprenderse, busca la satisfacción suya y de los
demás.”
Montesinos lo plantea así:
“La
dignidad del Hombre le viene de su creador, porque todos los hombres tienen la
misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza.” (Martino,
2004)
El corazón indica en definitiva, las
facultades espirituales propias del hombre, sus prerrogativas en cuanto creado
a imagen de su Creador: La razón, el discernimiento del bien y del mal, la
voluntad libre (II, 1995) . Cuando
escucha la aspiración profunda de su corazón, todo hombre no puede dejar de
hacer propias las palabras de San Agustín: “Tú lo estimulas para que encuentre deleite en tu
alabanza; nos creaste para ti y nuestro
corazón andará siempre inquieto hasta que no descansen ti.” (agustin, 661) .
Él
le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es
semejante a éste: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. (Sn. Mt 22,37-39).
La autoridad debe reconocer, respetar y
promover los valores humanos y esenciales. Estos son innatos pues derivan de la
verdad misma del ser humano, expresan y tutelan la dignidad de la persona. Son valores, por lo tanto, que ningún
individuo, ninguna mayoría ni ningún Estado nunca pueden crear, modificar o
destruir (II, 1995) .
Montesinos busca el dialogo con los
conquistadores, defendiendo la verdad de la dignidad de los indígenas, busca la
justicia a través de la razón, sin caer en falacias mal argumentadas. Si has
encontrado faltas, dime cuales, es a lo quiero llegar.
Para construir un verdadero dialogo debe
existir claridad, coherencia y argumentos fundamentados y documentados, no se
trata de hacer ensalada de temas hundiéndose en el relativismo, camino muchas
veces asfaltado por nuestros hermanos protestantes.
En una conversación se pueden enriquecer
el lenguaje y el conocimiento, mas en un dialogo se maduran y cultivan
criterios firmes.
El dialogo es un arte, si encuentras error
en mi postura con gusto esperare escuchar tu argumento serio y veraz.
José Roberto Miranda, OP Elmer Ismael Rodríguez,
OP
BIBLIOGRAFIAS:
- Fray Bartolomé de las Casas O, P. “Historia
de las Indias libro III, selección cap. 3-5.
- Fray Gustavo Gutiérrez O, P “EL
Sermón de Antonio Montesinos”.
- Regla de fraternidades laicales Sto.
Domingo de Guzmán.
- Juan Pablo II “Fides et Ratio”.
- Renato Raffaele Martino “Compendio de la
Doctrina social de la Iglesia” 2004.
- Juan Pablo II “Evangelium vitae.
- “Confesiones de san Agustín 661”.
- “Confesiones de san Agustín 661”.
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