Hoy toca hablar sobre un santo muy particular, todos lo son pero en este caso, atrae miradas de grandes y pequeños: Fray Martín de Porres. Invito al lector a buscar y leer la biografía de nuestro amado mulato. No trata de eso la breve exposición que haré.
En la vida de la Orden de Predicadores tenemos una riqueza de santoral impresionante. Somos la orden que más santos ha regalado a la Iglesia, bueno aunque faltamos nosotros. Pero sobre este mulato hay cosas maravillosas que decir sin que haya escrito grandes tratados, por ejemplo, su amor a la escoba. No a un instrumento, sino al medio para su vida humilde, medio para el servicio. Debo tomarlo a ejemplo pues, mis bienes, mi oficio en la orden y la propia formación son eso, medios para servir a otros, de suerte que nos santificamos santificando según dice la Regla.
Pero Martìn va màs alla, el celo por la verdad característica en su praxis de la caridad. Vive en el silencio pero no callado, sino humilde. Debo aprender mucho de èl. A servir a mis hermanos y agachar la cabeza ante Dios. Así, mi dicha es servir, amando a Dios en mi prójimo.
Finalmente y no menos importante, la obediencia de Martìn. Obedece por amor en el amor. Eso quiere decir una vida interna equilibrada. No veamos a este santo como si se tratara de un ignorante dada su condición social, al contrario, es un gigante ante nuestra presunción social.
Les dejo un presente en todo mi afecto.
Señor Nuestro Jesucristo, que dijiste "pedid y recibiréis", humildemente te suplicamos que, por la intercesión de San Martín de Porres, escuches nuestros ruegos.
Renueva, te suplicamos, los milagros que por su intercesión durante su vida realizaste, y concédenos la gracia que te pedimos si es para bien de nuestra alma.
Así sea.
José R. Mendoza, OP
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