domingo, 7 de julio de 2019

Los dones de Dios.


Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".

El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo". 



Es interesante ver còmo Jesùs dimensiona los dones de su amor, a pesar de lo sensacionalista de la actividad de los discípulos que han logrado cosas que quizás tù y yo sólo hemos idealizado, pero aùn asì, les dice que se alegren màs por tener sus nombres inscritos en el cielo.

¿Cómo se puede entender esto? en la vida humana que tenemos vamos de viaje, somos peregrinos en esta tierra, nuestro destino ineludible es la eternidad (sea ésta gloriosa o el castigo), pero la verdad es que todo lo anterior empieza por un signo, El Bautismo. 

En repetidas ocasionas he hablado sobre valorar o bien hacer valer nuestro bautismo, esto es mediante los dones del Espìritu Santo que por vía de la Iglesia nos son concedidos a través de los sacramentos que èsta administra. 

Aunque parezca cruento y difícil todos nuestro sueños y proyectos terrenos por nobles que parezcan son polvo, viento y nada en comparación con el Reino de los Cielos (Vanitas vanitatum et omnia vanitas).

Analicemos si hemos antepuesto nuestra felicidad como bien intermedio ante el Bien Supremo que es Dios. Las alegrías pasajeras son necesarias pero pasajeras, mas la alegría de que nos habla Cristo procede de sì mismo, de su gracia, y consiste en la herencia de la vida Eterna. 

Josè Mendoza, O.P



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