domingo, 25 de agosto de 2019

¿La puerta angosta o la puerta ancha?

Màs que pensar en las condiciones de cada una de las puertas, en lo que se debe cumplir o dejar de hacer, incluso, màs que la elecciòn que vas a tomar; quiero centrarme en un punto particular: la virtud de la obediencia.

Segùn tu escala  de valores seràn las cosas que concibas por buenas, necesarias y urgentes. 


La obediencia sumisa al Todopoderoso que nos marca el camino que hemos de vivir, va a proyectarte por el sendero de la puerta estrecha, con todo y las vicisitudes de la vida cotidiana y contradicciones a nuestros planes establecidos. Cuando èstas se presenten y sigamos firmes en nuestra decisión por ser y vivir conherentes con la Verdad, evaluarèmos la medida de nuestra obediencia ante la Voluntad del Altìsimo. Para caber por esta puerta, hace falta, obedecer con y por caridad, buscando agradar a Dios en todo. 

No se trata de condicionantes externas, sino de nuestra disponibilidad interior, ahi es donde nos venceremos día a día, buscando siempre lo que agrada a Dios. Esa es la puerta estrecha, por donde muchos inflados de ego y cabezotas no saben ni quieren entrar, aunque ellos te hablen grandezas de Dios.


La puerta estrecha contradice a la anchura de nuestras tendencias hedonistas y egocéntricas. Pero, es que para llegar al cielo, hace falta estar liviano y ser conducidos por el amor de Dios, expresado en obras concretas de misericordia al pròjimo. 


Josè Mendoza, O.P.   

domingo, 18 de agosto de 2019

Tengo que recibir un bautismo.

El Evangelio de hoy, en una parte nos dice que Jesùs pronuncia estas palabras “tengo que recibir un bautismo”. Si leemos el contexto, nos ubicaremos en el desarrollo de la vida pùblica de Jesùs. El bautismo en el Jordàn hacìa tiempo en que había tenido lugar. ¿A què bautismo se refiere? Al de sangre, su pasiòn libremente aceptada. 

El cristiano tambièn acepta libremente la cruz, ser signo de contradicciòn, las injurias, y el rechazo de los llamados “suyos”, todo a causa de enseñar y vivir en la Verdad (la causa del Evangelio). Los suyos son esos de la misma familia, eclesial o consanguínea. 

No nos engañemos, a cuàntos hemos despreciado sòlo por no ir en sintonìa con nuestros ideales de vida católica, incluso, a esos que nos dicen las cosas como son, solemos verlos cual leprosos, les negamos su dignidad y murmuramos contra ellos. Esto pasa mucho cuando no somos personas integralmente formadas, y nos hemos conformado en ser muy intelectuales para mantener seguro nuestro puestecito en la secta, club o gueto que hemos constituido, asi llamada comunidad o grupo laical “X”.

Amar la cruz es amar a quien fue crucificado en ella para nuestra redenciòn, como dice en la oraciòn colecta de este dìa: “para que amàndote en las cosas y sobre ellas...” alcancemos a amar como verdaderos cristianos, aún en medio de las contradicciones. Esto no es fàcil si se quiere hacer con la simple fuerza humana, pero con la gracia de Dios es posible aprender a vivir en la fe, la esperanza y la caridad auténticas. 

Hay que aprender a distinguir entre las cruces que nos envìa Dios y las que nosotros nos buscamos (consecuencias).

Josè Mendoza, O.P. 




domingo, 11 de agosto de 2019

La fe

Un par de días atrás me vi ante una tentación muy fuerte de no confesarme. Pensé “mejor hago esto hoy, y mañana busco un sacerdote para confesiòn”, pero luego me vino un sobresalto, recordé que la Regla nos manda particularmente a los dominicos recibir la confesiòn y comuniòn semanal. Esto es màs que un acto piadoso, es un medio para alcanzar el mérito que consiste en despreciar algùn bien terreno por elegir a Dios. La observaciòn de los preceptos de la Regla es para los terciarios camino que nos permite  alcanzar la perfecciòn cristiana. 

Pero, de cierto que no podemos adherirnos a ninguna promesa o compromiso sino es por medio de una fe madura.
Cualquiera hace una promesa y se compromete con alguna obra pastoral, que luego abandonarà pasado el momento en que se sintiò bajo la motivaciòn del sentimiento. 

En cambio, nosotros dominicos observamos la Regla como El medio valiosìsimo para alcanzar, inmersos en la cotidianidad, los méritos de la salvaciòn y subsecuentemente la perfecciòn, que consiste en imitar a Cristo. 

¡Què mejor ejemplo podemos tener que al padre Abraham! Abrazó un camino que no conocìa, creyò en un bien que no veía y supo poderlo alcanzarlo por la confianza que depositó en ese que se lo decia, en Dios. 

Por la fe toda duda queda esclarecida, no porque nos sean dadas las  explicaciones del caso, sino porque confiamos en aquel que dijo y cumplió, y al tercer día resucitó.

Es mediante la fe que nos adherimos a la Verdad y hemos de profundizarla mediante el estudio, la oraciòn, la fraternidad y la predicaciòn. 

Pidamos, pues al Señor, que robustezca nuestra fe .


Josè Mendoza, O.P. 

domingo, 4 de agosto de 2019

¡Insensato, esta noche moriràs,! te hablo a tì que crees que por tus bienes tienes la vida asegurada. 
¿Pero a què bienes se refiere Jesùs? La parábola del rico insensato habla de un hombre que habìa acumulado riquezas, pero con las riquezas viene el orgullo, la soberbia y la falta de criterio en cómo vivir. Los bienes pueden ser de tres tipos: materiales, placeres y honores.

Segùn sea la escala de valores que te mueva así serán las cosas que busques en la vida. En contraste, ¿cuáles  son los bienes que debemos adquirir? Las virtudes teologales que ya gozamos desde nuestro bautismo pero que hemos de trabajarlas para que den fruto, y acompañantes van las virtudes cardinales. Las cosas materiales son importantes y necesarias en la medida justa para esta vida, pero no son bienes que podamos disponer en la vida eterna, o llevárnoslos a la hora de la muerte. Los bienes espirituales y los frutos que demos con nuestra fe, esperanza y caridad son los que no conocen moho ni pueden ser hurtados por los maleantes.
¿Còmo adquiriremos los bienes de mayor importancia? Por medio de la fe, por eso es de suma necesidad pedirle al Señor que robustezca nuestra fe y nos conceda la gracia de la conversiòn.

Josè Mendoza, OP