Jesùs nos habla con propiedad sobre los pobres, siempre los tendremos. Esto me hace pesar en la parábola de Làzaro y el Rico Epulòn, quien fue condenado no por ser rico ni maltratar a Làzaro, sino por no hacer nada para ayudarle a mitigar su situación, reconociendole como su hermano.
Ayudar al necesitado empieza por la compasión, sentir como propio su dolor y necesidad, sòlo así nos compadecemos de los demás para realizar actos concretos de misericordia. Por tanto, las buenas intenciones (buenismo) de nada sirven.
Ayudar al necesitado empieza por la compasión, sentir como propio su dolor y necesidad, sòlo así nos compadecemos de los demás para realizar actos concretos de misericordia. Por tanto, las buenas intenciones (buenismo) de nada sirven.
Termino con esto, en el texto de la primera lectura, el profeta relata las mismas palabra que oímos decir sobre Jesùs en la Transfiguración del monte Tabor (4o Misterio Luminoso del Sto. Rosario):
"Este es mi hijo, el Amado, en quien me complazco" (Mt 3, 17).
A los pobres siempre los tendremos, palabras dirigidas al traidor y ladròn Judàs, este ùltimo me hace pensar en todos lo que dicen obrar por el Bien del Pueblo (los necesitados segùn la ridícula lucha de clases) pero terminan siendo ellos quienes se embolsan los bienes destinados a los pobres, ¡grafo error!, pues de todo daremos cuentas tarde o temprano, y mejor que sea en esta vida, pues en la otra, no hay final para el sufrimiento que nosotros nos habremos ganado con manera de obrar, pues careciendo de amor a Dios y al pròjimo tales actos, nos merecen lo que a la Justicia Divina màs le satisfaga.
No se engañen, no sean infantiles al creer que si tiran una piedra hacia arriba, èsta se quedará suspendida en el aire y no les caerá en la cabeza.
Josè Mendoza
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