domingo, 31 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia 

Sermón para el domingo y las fiestas de los santos 



«Un solo Dios, un solo Señor, en la trinidad de personas y la unidad de su naturaleza» (Prefacio)

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma sustancia y de una inseparable igualdad. La unidad reside en la esencia, la pluralidad en las personas. El Señor indica abiertamente la unidad de la divina esencia y la trinidad de las personas cuando dice: «Bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No dice «en los nombres» sino «en el nombre», por donde nos enseña la unidad en la esencia. Pero, a renglón seguido emplea tres nombres, para enseñarnos que hay tres personas. 



En esta Trinidad se encuentran el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza, el muy bienaventurado gozo. El origen supremo, como lo afirma San Agustín en su libro sobre la verdadera religión, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la verdad del Padre, que no le es desemejante en ningún punto, que veneramos juntamente con el Padre y en el Padre, que es el modelo de todas las cosas porque todo ha sido creado por él y que todo se le restituye. El gozo muy bienaventurado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo; y este don, debemos creer y sostener que es exactamente igual al Padre y al Hijo. 




Contemplando la creación, llegamos al conocimiento de la Trinidad como una sola sustancia. Captamos un solo Dios: Padre, de quien somos, Hijo, por quien somos, Espíritu Santo, en quien somos. Principio al cual recorremos; modelo que seguimos, gracia que nos reconcilia. 

sábado, 30 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

San Pedro Crisólogo (c. 406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia 
Sermón 167; CCL 248, 1025; PL 52, 636 

«Vino Juan el Bautista... y vosotros no creísteis su palabra» (Mt 21,32)

        Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo, lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad... Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es esta, solo esta la que es divina y no humana... 


        "En aquellos días, se manifiesta Juan Bautista, proclamando en el desierto de Judea:"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos"(Mateo 3:1-2). "Convertíos" ¿Por qué no dice: "Alegraos"? "Alegraos, más bien, porque las realidades humanas dan paso a las divinas, las terrestres a las celestes, las temporales a las eternas, el mal al bien, la incertidumbre a la seguridad, la tristeza a la felicidad, las realidades perecederas a aquellas que permanecen para siempre. El reino de los cielos está cerca. Convertíos". 


        Que tu conducta de conversión sea evidente. Tú que has preferido lo humano a lo divino, que has querido ser esclavo del mundo, en vez de vencer al mundo con el Señor del mundo, conviértete. Tú que has huido de la libertad que las virtudes te hubieran procurado, ya que has querido someterte al yugo del pecado, conviértete, conviértete de verdad, tú que por miedo a la Vida, estás condenado a muerte.

viernes, 29 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia 
Catequesis bautismales, nº 5 


“Tened fe en Dios”

“Es una gran suerte, dice la Escritura, encontrar a un hombre que tiene fe (Pr 20,6). No te digo esto para incitarte a abrirme tu corazón, sino para que muestres a Dios el candor de tu fe, a ese Dios que escruta los corazones y conoce los pensamientos de los hombres (Sl 7,10; 93,11). Sí, es una gran cosa un hombre que tiene fe; es más rico que todos los ricos. En efecto, el creyente posee todas las riquezas del universo, puesto que las desprecia y las pone debajo de sus pies. Porque, aunque los que son ricos poseen un montón de cosas en el plano material, ¡qué pobres son espiritualmente! Cuanto más tienen, más se consumen por el deseo de lo que les falta. Por el contrario, y está ahí el colmo de la paradoja, el hombre que tiene fe es rico en el seno mismo de la pobreza, porque sabe que no tiene más necesidades que el comer y el vestir; con ello está contento y pone las riquezas bajo sus pies. 

Y no es tan sólo nosotros, los que llevamos el nombre de Cristo, que vivimos un proceso de fe. Todos los hombres, incluso los que están alejados de la Iglesia, viven un proceso semejante. Es por una fe en el porvenir que, gente que no se conocen perfectamente, se contratan en matrimonio; la agricultura se fundamenta sobre la confianza en que los trabajos realizados van a dar fruto; los marineros ponen su confianza en un delicado esquife de madera… También la mayoría de las empresas humanas se basan sobre un proceso de confianza; todo el mundo cree en estos principios. 

Pero hoy las Escrituras os llaman a la verdadera fe y os trazan el verdadero camino que complace a Dios. Es esta fe que, en el libro de Daniel, ha cerrado la boca a los leones (Dn 6,23). Es por “el escudo de la fe, por donde se apagarán las flechas incendiarias del malo” (Ef 6,16)… La fe sostiene a los hombres haciéndoles, incluso, caminar sobre el mar (Mt 14,29). Algunos, como el paralítico, han sido salvados por la fe de los demás (Mt 9,2); la fe de las hermanas de Lázaro ha sido tan fuerte que consiguió hacerle salir de la muerte (jn 11)… La fe dada gratuitamente por el Espíritu Santo sobrepasa todas las fuerzas humanas. Gracias a ella se puede decir a esta montaña: “Trasládate a otra parte” y se trasladará (Mt 17,20) 


jueves, 28 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia 

Homilías sobre el evangelio, n°2 ; PL 76, 1081 



«Gritaba más fuerte»

    Que todo hombre que sabe que las tinieblas hacen de él un ciego... grite desde el fondo de su ser: «Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí». Pero escucha también lo que sigue a los gritos del ciego: «los que iban delante lo regañaban para que se callara» (Lc 18,39). ¿Quiénes son estos? Ellos están ahí para representar los deseos de nuestra condición humana en este mundo, los que nos arrastran a la confusión, los vicios del hombre y el temor, que, con el deseo de impedir nuestro encuentro con Jesús, perturban nuestras mentes mediante la siembra de la tentación y quieren acallar la voz de nuestro corazón en la oración. En efecto, suele ocurrir con frecuencia  que nuestro deseo de volver de nuevo  a Dios... nuestro esfuerzo de alejar nuestros pecados por la oración, se ven frustrados por estos: la vigilancia de nuestro espíritu se relaja al entrar en contacto con ellos, llenan de confusión  nuestro corazón y ahogan el grito de nuestra oración... 




    ¿Qué hizo entonces el ciego para recibir luz a pesar de los obstáculos? «Él gritó más fuerte: Hijo de David, ten compasión de mí!»... ciertamente, cuanto más nos agobie el desorden de nuestros deseos más debemos insistir con nuestra oración... cuanto más nublada esté la voz de nuestro corazón, hay que insistir con más fuerza , hasta dominar el desorden de los pensamientos que nos invaden y llegar a oídos fieles del Señor. Creo, que cada uno se reconocerá en esta imagen: en el momento en que nos esforzamos por desviarlos de nuestro corazón y dirigirlos  a Dios... suelen ser tan inoportunos y nos hacen tanta fuerza que debemos combatirlos.  Pero insistiendo vigorosamente en la oración, haremos que Jesús se pare al pasar. Como dice el Evangelio: "Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran" (v. 40). 


martes, 26 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Misal Romano 
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén.” (Mt 20,18)
    En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.

    Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los Santos, nuestros hermanos.

    Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.

    Por eso, unidos a estos Santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos.

lunes, 25 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

  • “A los que se arrepienten Dios los deja volver”

Vemos cómo ya en el Antiguo Testamento se afirma: “¡Qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él!”. Pero con Jesús de Nazaret la misericordia y el perdón de Dios llegan a su culmen. Tanto es así que, como sabemos, las autoridades religiosas de su tiempo le echan en cara que se está excediendo en lo del amor, que acoge y perdona a todos los pecadores, a los que incluso va a buscar. Conocemos la respuesta de Jesús: “No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos. Id y aprended qué significa misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Y esta actitud no fue la de un solo día que se les escapó su mano perdonadora. Fue la actitud constante de su corazón, y nos pidió que también nosotros perdonemos hasta setenta veces siete, es decir, siempre, porque esa es la actitud de nuestro Padre Dios que “hace salir su sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos”. Y a punto de morir injustamente pide perdón por los que le están crucificando: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Como nuestro Maestro y Señor, nuestro perenne referente es Jesús… hemos de imitarle también en el terreno del perdón y la misericordia.
  • “Él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”

El joven rico tuvo un error de cálculo. Se creyó que su fortuna le iba a dar más felicidad que Jesús. Por eso, dejó plantado a Jesús y se fue tras su dinero, pero se equivocó. Puso al dinero como el dios de su vida, al que tenía que servir y adorar y como “no se puede servir a dos señores”, dio la espalda a Jesús. Pensó que el dinero le iba a proporcionar muchas más ganancias que Jesús. No cayó en la cuenta en ese instante, aunque sospechamos que después sí, que el dinero solo le podía proporcionar aquello que se puede comprar con dinero: buenas casas, buenos viajes, buenas fiestas, buenos banquetes, buena ropa… Pero nunca puede ofrecer ilusión, sentido, esperanza, amor, ternura, compañía, amistad… algo que Jesús puede ofrecer a raudales y que llena el corazón mucho más que el dinero. 
Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)


domingo, 24 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

LA IGLESIA Y EL ESPÍRITU DEL SEÑOR
  • Introducción

El Domingo de Pentecostés (cincuenta días después de la Pascua) nos muestra, con la proverbial primera lectura (Hechos 2,1-11), que las experiencias de Pascua, de la Resurrección, nos han puesto en el camino de la vida verdadera. Pero esa vida es para llevarla al mundo, para transformar la historia, para fecundar a la humanidad en una nueva experiencia de unidad (no uniformidad) de razas, lenguas, naciones y culturas. Lucas ha querido recoger aquí lo que sintieron los primeros cristianos cuando perdieron el miedo y se atrevieron a salir del «cenáculo» para anunciar el Reino de Dios que se les había encomendado. Todo el capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles es una preparación interna de la comunidad para poner de manifiesto lo importante que fueron estas experiencias del Espíritu para cambiar sus vidas, para profundizar en su fe, para tomar conciencia de lo que había pasado en la Pascua, no solamente con Jesús, sino con ellos mismos y para reconstruir el grupo de los Doce, al que se unieron todos los seguidores de Jesús. Por eso, el día de Pentecostés ha sido elegido por Lucas para concretar una experiencia extraordinaria, rompedora, decidida, porque era una fiesta judía que recordaba en algunos círculos judíos el don de la Ley del Sinaí, seña de identidad del pueblo de Israel y del judaísmo. La pretensiones para que la identidad de la comunidad de Jesús resucitado estuviera en la fuerza y la libertad del Espíritu es algo muy sintomático. El evangelista sabe lo que quiere decir y nosotros también, porque el Espíritu es lo propio de los profetas, de los que no están por una iglesia estática y por una religión sin vida. Por eso es el Espíritu quien marca el itinerario de la comunidad apostólica y quien la configura como comunidad profética y libre. Veamos algunos aspectos de los textos bíblicos:

  • Primera Lectura: (Hch 2,1-11): El Espíritu lo renueva todo

I.1. Este es un relato germinal, decisivo y programático propio de Lucas, como en el de la presencia de Jesús en Nazaret (Lc 4,1ss). Lucas nos quiere da a entender que no se puede ser espectadores neutrales o marginales a la experiencia del Espíritu. Porque ésta es como un fenómeno absurdo o irracional hasta que no se entra dentro de la lógica de la acción gratuita y poderosa de Dios que transforma al hombre desde dentro y lo hace capaz de relaciones nuevas con los otros hombres. Y así, para expresar esta realidad de la acción libre y renovadora de Dios, la tradición cristiana tenía a disposición el lenguaje y los símbolos religiosos de los relatos bíblicos donde Dios interviene en la historia humana. La manifestación clásica de Dios en la historia de fe de Israel, es la liberación del Éxodo, que culmina en el Sinaí con la constitución del pueblo de Dios sobre el fundamento del don de la Alianza.
I.2. Pentecostés era una fiesta judía, en realidad la "Fiesta de las Semanas" o "Hag Shabu'ot" o de las primicias de la recolección. El nombre de Pentecostés se traduce por "quincuagésimo," (cf Hch 2,1; 20,16; 1Cor 16,8). La fiesta se describe en Ex 23,16 como "la fiesta de la cosecha," y en Ex 34,22 como "el día de las primicias o los primeros frutos" (Num 28,26). Son siete semanas completas desde la pascua, cuarenta y nueve días, y en el quincuagésimo día es la fiesta (Hag Shabu´ot). La manera en que ésta se guarda se describe en Lev 23,15-19; Num 28,27-29. Además de los sacrificios prescritos para la ocasión, en cada uno está el traerle al Señor el "tributo de su libre ofrenda" (Dt 16,9-11).  Es verdad que no existe unanimidad entre los investigadores sobre el sentido propio de la fiesta, al menos en el tiempo en que se redacta este capítulo. Las antiguas versiones litúrgicas, los «targumin» y los comentarios rabínicos señalaban estos aspectos teológicos en el sentido de poner de manifiesto la acogida del don de la Ley en el Sinaí, como condición de vida para la comunidad renovada y santa. Y después del año 70 d. C., prevaleció en la liturgia el cómputo farisaico que fijaba la celebración de Pentecostés 50 días después de la Pascua. En ese caso, una tradición anterior a Lucas, muy probablemente, habría cristianizado el calendario litúrgico judío.
I.3. Pero ese es el trasfondo solamente, de la misma manera que lo es, también sin duda, el episodio de la Torre de Babel, en el relato de Gn 11,1-9. Y sin duda, tiene una importancia sustancial, ya que Lucas no se queda solamente en los episodios exclusivamente israelitas. Algo muy parecido podemos ver en la Genealogía de Lc 3,1ss  en que se remonta hasta Adán, más allá de Abrahán y Moisés, para mostrar que si bien la Iglesia es el nuevo Israel, es mucho más que eso; es el comienzo escatológico a partir del cuál la humanidad entenderá encontrará finalmente toda posibilidad de salvación.
I.4. Por eso mismo, no es una Ley nueva lo que se recibe en el día de Pentecostés, sino el don del Espíritu de Dios o del Espíritu del Señor. Es un cambio sustancial y decisivo y un don incomparable. El nuevo Israel y la nueva humanidad, pues, serán conducidos, no por una Ley que ya ha mostrado todas sus limitaciones en el viejo Israel, sino por el mismo Espíritu de Dios. Es el Espíritu el único que hace posible que todos los hombres, no sólo los israelitas, entren a formar parte del nuevo pueblo. Por eso, en el caso de la familia de Cornelio (Hch 10) - que se ha considerado como un segundo Pentecostés entre los paganos-, veremos al Espíritu adelantarse a la misma decisión de Pedro y de los que le acompañan, quien todavía no habían podido liberarse de sus concepciones judías y nacionalistas
I.5. Lo que Lucas quiere subrayar, pues, es la universalidad que caracteriza el tiempo del Espíritu y la habilitación profética del nuevo pueblo de Dios. Así se explica la intencionalidad -sin duda del redactor-, de transformar el relato primitivo de un milagro de «glosolalia», en un milagro de profecía, en cuanto todos los oyentes, de toda la humanidad representada en Jerusalén, entienden hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El don del Espíritu, en Pentecostés, es un fenómeno profético por el que todos escuchan cómo se interpreta al alcance de todos la "acción salvífica de Dios"; no es un fenómeno de idiomas, sino que esto acontece en el corazón de los hombres.
I.6. El relato de Pentecostés que hoy leemos en la primera lectura es un conjunto que abarca muchas experiencias a la vez, no solamente de un día. Esta fiesta de la Iglesia, que nace en las Pascua de su Señor, es como su bautismo de fuego. Porque ¿de qué vale ser bautizado si no se confiesa ante el mundo en nombre de quién hemos sido bautizados y el sentido de nuestra vida? Por eso, el día de la fiesta del Pentecostés, en que se celebraba la fiesta del don de la ley en el Sinaí como don de la Alianza de Dios con su pueblo, se nos describe que en el seno de la comunidad de los discípulos del Señor se operó un cambio definitivo por medio del Espíritu.
I.7. De esa manera se quiere significar que desde ahora Dios conducirá a su pueblo, un pueblo nuevo, la Iglesia, por medio del Espíritu y ya no por la ley. Desde esa perspectiva se le quiere dar una nueva identidad profética a ese pueblo, que dejará de ser nacionalista, cerrado, exclusivista. La Iglesia debe estar abierta a todos los hombres, a todas las razas y culturas, porque nadie puede estar excluido de la salvación de Dios. De ahí que se quiera significar todo ello con el don de lenguas, o mejor, con que todos los hombres entiendan ese proyecto salvífico de Dios en su propia lengua y en su propia cultura. Esto es lo que pone fin al episodio desconcertante de la torre de Babel en que cada hombre y cada grupo se fue por su sitio para independizarse de Dios. Eso es lo que lleva a cabo el Espíritu Santo: la unificación de la humanidad en un mismo proyecto salvífico divino.

  • IIª Lectura: Gálatas (5,16-25): La dignidad de vivir en el Espíritu

2.1. La segunda carta a los Gálatas -la más personal y polémica de Pablo-, nos muestra en este pasaje la vida según el Espíritu. Pablo ha mantenido un pulso a muerte con los adversarios de ésta comunidad galaica que querían imponer otro evangelio en ausencia del Apóstol, que no era en realidad evangelio (buena noticia). La llamada a la libertad es la primera afirmación de nuestro texto, que es la misma con que se abre este capítulo de Gálatas (5,1). En una antítesis entre carne y espíritu, no se debe perder de vista la polémica entre la ley y la gracia, que está a la base de todo el escrito paulino. El catálogo de virtudes y vicios tiene mucho, sin duda, de retórico, pero es la vida misma la que nos muestra que eso es así. La lista podía ampliarse en uno y otro sentido. Y lo importante no es solamente la enumeración de cada uno de los frutos, sino el conjunto de todos, los que nos hace “vivir en Cristo” y “vivir en Dios”.
2.2. Pablo opone la vida según el Espíritu a la vida según la carne, concepto que no debemos entenderlo en sentido sexual, sino que significa aquello criterios del mundo que nos apartan de Dios y de la libertad verdadera: de ahí nace adorar el dinero, el poder, la gloria, los placeres irracionales, en definitiva la vida más egoísta que todos podemos imaginarnos. Pero la vida según el Espíritu, como alternativa cristiana, es para Pablo la vida según el evangelio: amor, alegría, bondad, benevolencia y equilibrio; por consiguiente, la vida abierta a la generosidad, como Dios ha hecho con nosotros. Esta es la parte práctica de la carta a los Gálatas donde ha discutido el tema de la libertad cristiana que trae el evangelio. Desde luego, merece la pena resaltar los frutos del Espíritu, porque es lo que lleno de dignidad el corazón humano. Esto podría dar lugar a una reflexión sobre esos frutos o sobre los dones, pero no es ahora el momento de emprender esa tarea. Pero vemos que no se enumera la “glosolalia” como un don de la presencia del Espíritu. No es necesaria para sentir que la vida cristiana, como vida profética, no necesita muchas veces esos dones extraordinarios a los que el mismo Pablo le ha puesto algún “pero” en la exposición de los carismas de 1Cor 12-14. Si no hay “glosolalia” también el Espíritu se manifiesta en nuestra vida cristiana.

  • Evangelio: Juan  (15,26-27; 16,12-15): El Espíritu de la verdad

III.1. El evangelio de este domingo está entresacado de Juan 15 y 16, capítulos de densa y expresiva teología joánica, que se ha puesto en boca de Jesús en el momento de la despedida de la última cena con sus discípulos. Habla del Espíritu que les ha prometido como «el Defensor» y el que les llevará a la experiencia de la verdad. Cuando se habla así, no se quiere proponer una verdad metafísica, sino la verdad de la vida. Sin duda que quiere decir que se trata de la verdad de Dios y de la verdad de los hombres. El concepto verdad en la Biblia es algo dinámico, algo que está en el corazón de Jesús y de los discípulos y, consiguientemente, en el corazón de Dios. El corazón es la sede de todos los sentimientos. Por lo mismo, si el Espíritu nos llevará a la verdad plena, total, germinal, se nos ofrece la posibilidad de entrar en el misterio del Dios de la salvación, de entrar en su corazón y en sus sentimientos. Por ello, sin el Espíritu, pues, no encontraremos al Dios vivo de verdad.
III.2. El Espíritu es el “defensor” también del Hijo. Todo lo que él, según San Juan, nos ha revelado de Dios, del padre vendrá confirmado por el Espíritu. Efectivamente, el Jesús joánico es muy atrevido en todos los órdenes y sus afirmaciones sobre las relaciones entre Jesús y Dios, el Padre, deben ser confirmadas por un testigo cualificado. No se habla de que el Espíritu sea el continuador de la obra reveladora de Jesús y de su verdad, pero es eso lo que se quiere decir con la expresión “recibirá de mí lo que os irá comunicando”. No puede ser de otra manera; cuando Jesús ya no esté entre los suyos, su Espíritu, el de Dios, el del Padre continuará la tarea de que no muera la verdad que Jesús ha traído al mundo.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura.



Secuencia de Pentecostès


viernes, 22 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermones sobre el evangelio de san Juan, 123 


«Apacienta a mis ovejas»

    El Señor pregunta a Pedro sí le ama, lo sabía ya, de nuevo le pregunta no una sino dos y tres veces; y cada vez Jesús le confía el cuidado de pastorear sus ovejas. A su triple reniego responde con una triple afirmación de amor; ha hecho que su lengua sirva como su amor al servicio de su miedo, ha hecho que su palabra testimonie también claramente ante la vida lo que hecho ante la muerte. El ha dado una prueba de su amor ocupándose del rebaño de su Señor, como ha dejado  rengando su miedo al Pastor. 


    Evidentemente deben los que se ocupan de las ovejas de Cristo, con la intención de hacerlas sus ovejas, hacer que tengan el afecto de Cristo en lugar de poner el de ellos por Cristo; es el deseo de la gloria y de dominar, el provecho propio el que les conduce y no el deseo de obedecer amando, de socorrer y agradar a Dios. Esta palabra repetida tres veces por Cristo condena que el apóstol llore al buscar su interés más que el de Jesucristo (Flp 2, 21). Qué significan en efecto estas palabras : ¿«Me amas»? Apacienta mis ovejas. El dice: Sí me amas  no te ocupes  de ti sino de mis ovejas; míralas no como tuyas sino como mías; busca en ellas mi gloria y no la tuya, mí poder  y no el tuyo: mis intereses y nos los tuyos. No nos  amemos por tanto nosotros mismos, amemos al Señor, ocupándonos de sus ovejas, buscando el interés del Señor sin inquietarnos del nuestro.


jueves, 21 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego 
Ética, 1,6 y 8 pág. 75-76 


«Para que sean como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mi»

El cuerpo de la iglesia de Cristo, resulta armonioso en la reunión de sus santos desde el origen de los tiempos, alcanza su constitución equilibrada e integral en la unión del Hijo de Dios desde los primeros nacidos inscritos en los cielos... hasta nuestro Salvador Dios revela el carácter indisoluble e indivisible de la unión con El cuando dice a sus apóstoles: « Yo en el Padre y el Padre en mí; y vosotros en mí y yo en vosotros» (Jn 14,20). Manifiesta esto con más claridad añadiendo: «yo les he concedido la gloria que tú me has dado para que sean uno como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí para que sean modelados en unidad» y de nuevo «para que el amor con el que tú me has amado sea en ellos y que yo mismo sea en ellos...» 


¡Oh la maravilla, oh la indescriptible condescendencia del amor que Dios nos concede, el amigo de los hombres! Lo que es por naturaleza a la consideración de su Padre, nos concede el ser escuchados por la adopción y por la gracia... la gloria dada al Hijo por el Padre, el Hijo nos la devuelve a su vez por la gracia divina. Mejor aun: igual que Él está en el Padre y el Padre en Él, igual que el hijo de Dios estará en nosotros y nosotros en el mismo Hijo, si lo deseamos así, por la gracia. Una vez se ha hecho semejante a nosotros por la carne, nos ha hecho partícipes de su divinidad y nos incorpora todos a él. Además la divinidad de la cual participamos por esta comunión no se puede dividir en parte separadas; se hace necesario que también nosotros, una vez que hemos participado en ella en realidad, somos inseparables del Espíritu único, formando un solo cuerpo con Cristo.








lunes, 18 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 16, 29_33
"Yo he vencido al mundo".

Cuando se habla de mundo no nos imaginemos el globo terràqueo, sino los antivalores que profesa el mundo, o mejor dicho, el paganismo. Estos son los homicidios, robos, violaciones de derechos humanos, abortos, prostituciòn, divorcios, infidelidades, y un gran ETC.
No olvidemos que estamos en el mundo para hacer una diferencia, no venimos de adorno ni para vivir una existencia ciento por ciento placentera. Estas no son palabra gratas para nadie, pero bien lo dice el Señor: "En el mundo tendràn que sufrir, pero tengan valor..." 

Confiar en el Señor, quien ha vencido al mundo y a sus antivalores, e instaurado su Reino entre nosotros, la Iglesia, nos debe llenar de valor para no quedarnos serenos y conformes ante tantas injusticias y salir al encuentro del necesitado, del abandonado, de quien sufre persecusiòn, angustia o cualquier tipo de incomprensiòn y darles asì nuestra mano de hermanos. Nadie te dice que debas mantener a gente holgazana, basta con darles tu apoyo, orar mucho y hacer todo lo que desde tus posibilidades te sea posible y alcanzable de manera concreta. 

Que nuestra fe se concrete en obras, y con ellas demos gloria a Dios Todopoderoso, asi nuestra luz brillarà en la oscuridad y el Señor serà todo en todos. 

Josè Miranda, laico dominico. 

domingo, 17 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Conviene no separar el sentido de la cincuentena pascual y puesto que el domingo de Pascua el evangelio de Juan nos sitúa en el comienzo del acontecimiento y se cierra la celebración pascual con el texto de la efusión del Espíritu al anochecer del primer día de la semana, con lo cual la unidad del mismo se pone de relieve. 
  • Seréis mis testigos

Lucas nos señala algo muy importante en el diálogo que se establece una vez que comían juntos. Ellos preguntan por la realización del Reino y Jesús les plantea el reto de ser sus testigos. Lo esencial es ser testigo de lo que ha ocurrido a partir de la Resurrección. Llamados a ser testigos del Resucitado. ¿En dónde? No hay limitación de espacio y tiempo: en toda circunstancia; en todos los ambientes; en todas las relaciones que se puedan entablar, la condición de testigo es fundamental. No se trata de hablar de lo que oí, de lo que me han contado, sino de lo que he experimentado. No es fruto de una especulación, sino de lo que ha ocurrido en mí porque El, Jesús resucitado, lo ha hecho posible. Algo absolutamente nuevo que se va descubriendo progresivamente, adquiriendo certeza interior y que tiene sus consecuencias en todos los ambientes en que el bautizado se desenvuelve.
  • Una sabiduría que viene de arriba

Pablo experimenta la novedad de la salvación. Le desborda, va más allá de lo que, como judío esperaba, está absolutamente sorprendido. Por eso sólo puede dar gracias al Padre y suplicar. El contenido de esa súplica está en función de la percepción y la comprensión del Misterio Pascual. Necesitamos la luz de lo alto y la sabiduría que viene de arriba para poner nuestra confianza, sin fisuras, en el señorío de Jesús como Mesías. No se trata sólo de percibir este señorío, sino de darnos cuenta que somos incorporados a Jesús, el cual es nuestra Cabeza y la Iglesia-nosotros, su Cuerpo. Esta unidad deviene del Misterio de la Pascua y naturalmente, conforme nos dice Juan en su Evangelio, iremos progresando en el conocimiento de esta realidad temporalmente hasta llegar a la plenitud al final de nuestra existencia temporal.
  • Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

El relato de Marcos, con la sencillez que le caracteriza, vincula la ascensión a una aparición del Resucitado de la cual se desprende la misión: id al mundo entero y proclamad el Evangelio. La misión, que como en el caso del evangelio de Juan, ocurre en una aparición, tiene como finalidad la continuación de la obra de Jesús: reconciliar, unir, restablecer la comunión entre todos mediante la invitación a acoger el Evangelio. La fe es la respuesta que se verá confirmada por medio de las señales que realizan.
La descripción de las obras que llevarán a cabo, deberán estar relacionadas con la actividad realizada por el mismo Jesús, con lo que se resalta que la actividad del discípulo no es separable de la de Jesús. No sólo hay sintonía, sino que son las mismas obras. Y cuando esto ocurre se verán confirmadas con signos. No son sólo palabras, sino una vida que refleja la del mismo Jesús.
La presencia temporal de Jesús con sus discípulos concluyó con su muerte. Ahora resucitado está presente de un modo nuevo que tendrá que ser descubierto por cada discípulo y a partir de ahí, asumir responsablemente la misión de comunicar con alegría que es verdad que el Señor ha resucitado y hace posible la comunión entre los hermanos y el crecimiento hasta la plenitud de la vida que se manifestará al final de nuestra existencia temporal.
 Comunidad de Predicadores de AlmeríaComunidad de Predicadores de Almería
Convento de Sto. Domingo (Almería)

viernes, 15 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 16, 20_23a
"Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrarà. Ustedes estaràn tristes, pero esa tristeza se convertirà en gozo".

¿De donde viene el gozo? de la nueva creaciòn, semejante a la mujer que sufre dolores de parto pero todo son olvidados o tenidos por poca cosa luego que ve a su hijo y sabe que ha nacido al mundo un hombre nuevo. El Señor inaugura este nuevo dìa de la nueva creaciòn en el Dies Domini, cuando en la celebraciòn eucarìstica, somos configurados en la Iglesia de Cristo, reunidos en pos de Èl y en comuniòn, los unos con los otros. Esta es nuestra alegrìa y nuestro gozo. 

El mundo se alegrerà, pero esta alegrìa es pasajera, es la dicha que se siente durante el pecado que luego se convierte en llanto y tristeza. 

Josè Miranda, laico dominico. 

jueves, 14 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 15, 5_17
"Amense los unos a los otros, como yo los he amado".

El amor se cumple en la volutnad del Padre, y es que para quien ama es un deleite ser fiel a las promesas matrimoniales. Por lo tanto, este amor que el Señor nos pide no anula nuestra identidad, no borra nuestra existencia ni nos convierte en ovejas deserebradas semejante a los que se afanan por los bienes de este mundo, todo lo contrario, el que cumple con los mandamientos llega a la alegrìa plena y es verdaderamente libre. ¿Y en què consiste este amor? En dar la vida por tus amigos. 
Dar la vida es decir: no al egoìsmo, no al desquite, no a las murjuraciones contra tu adversario, a no defraudar ni con la lengua ni con tus manos, a pagar lo que se debe y no estafar ni negociar con la dignidad ajena, etc. Dar la vida es hacer un esfuerzo extra en tus labores por el bien de los otros, en ser honesto y no codiciar los bienes ajenos, es amar a tu cònyuge y a vuestros hijos, sirvièndoles con afecto y generosidad de vida. Amar es ir a las fronteras para sembrar una flor que diga a todo el que la vea_"Bienvenidos a casa". 

Josè Miranda, laico dominico.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 16, 12_15
"Recibirà de lo mìo y se lo anunciarà a ustedes".

Jesùs nos deja claro que existe una relaciòn directa entre èl y el Paraclito, asì como es entre el Padre y el Hijo, a esto le conocemos en la teologìa dogmàtica como "Procesiones divinas". El Padre envìa al Hijo y, el Hijo, envìa al Espìritu Santo. De la siguiente manera, por espiraciòn. Como lo describe el gènesis, de su narìz "soplò", insuflò, espirò la vida. El Espìritu Santo es la vida que esta en todos los bautizados, por eso la Iglesia tiene vida, compuesta por piedras vivas. Este Espìritu anuncia lo que es propio del Hijo como el Hijo predica lo que le ha sido comunicado por el Padre. Por lo tanto, la Iglesia està en el deseo de Dios, por eso es la dispensadora de los dones espirituales (los sacramentos). 

Ahora nosotros, pecadores, conviene que confiemos y tengamos fe en este misterio, donde somos acogidos y amados para la vida eterna. No por nuestro mèrito, sino por el profundo amor de Dios para con todos sus hijos. 

Josè Miranda, laico dominico.

martes, 12 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia 
Sermones para el domingo y las fiestas de los santos 


“Si no me voy, el Defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré”

El Espíritu Santo es el trigo que nos reconforta en el camino hacia la patria, es el vino que nos alegra en la tribulación, el aceite que suaviza las amarguras de la vida. Era necesario a los apóstoles este triple auxilio porque debían ir a predicar al mundo entero. Es por eso que Jesús les envía el Espíritu Santo. Ellos quedan llenos de él –llenos a fin de que los espíritus impuros no tengan ningún poder sobre ellos: cuando un vaso está colmado, nada se le puede añadir. 

El Espíritu Santo “os enseñará” (Jn 16,13), para que sepáis; os sugerirá, para que queráis. Es él el que da el saber y el querer; añadamos nuestro “poder” según la medida de nuestras fuerzas, y seremos templos del Espíritu Santo (1C 6,19) 

domingo, 10 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

  • Nosotros hacemos excesivas distinciones.

Vivimos en un mundo fragmentado, roto por nuestras violentas distinciones. Tales rupturas ocurren en todos los ámbitos que frecuentamos: el político, el religioso y eclesial, el familiar… Las guerras, las escandalosas marginaciones, los desencuentros culturales, el difícil diálogo interreligioso, la salvaje exclusión de los emigrantes, son muestras de nuestras severas distinciones. Hasta el mundo lo hemos dividido desde hace mucho tiempo en tres mundos. Y nuestras ciudades tienen barrios muy diferenciados: los lujosos, los de la clase media y los que ocultamos y escondemos por pudor o por vergüenza. Vale la pena insistir en las rupturas de de nuestro mundo roto a causa de nuestras arbitrarias y violentas distinciones que rompen el paisaje pascual.
  • Dios no hace distinciones pero tiene sus preferencias.

Dios no tiene acepción de personas pero se desvive por quienes padecen cualquier tipo de marginación: los pobres, los excluidos que el Papa llama “sobrantes”, las personas sin rostro, las gentes que viven a la orilla de casi todo.
  • La fuerza del amor.

Jesús nos habla en el Evangelio del mandamiento nuevo, su testamento final: “Esto os mando que os améis unos a otros”. El Amor que Dios es y que nos tiene hace posible por una parte, no hacer distinciones que menoscaben la dignidad del otro y que fragmentan el mundo; y por otra, posibilita la aceptación gozosa y gratuita de lo diferente creando y fecundando la comunión de lo diverso, en la que lo distinto no es rival sino un don para la propia existencia.
Vale, pues, la pena profundizar en la homilía en la fuerza del amor del que Jesús nos habla y encomienda: un amor semejante al que el Padre le tiene a él; que nosotros vivimos si guardamos su Palabra; que es fecundo; que se hace misericordia. 
Fr.  Luis Carlos Bernal Llorente O.P.Fr. Luis Carlos Bernal Llorente O.P.
Convento de Santa Catalina (Barcelona)

miércoles, 6 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 15, 1_8
"Yo soy la vid, ustedes los sarmientos".

El que permanece en mì y yo en èl, da mucho fruto, porque separados de mi, nada pueden hacer. Si ustedes permanecen en mì y mis palabras permanence en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendràn. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y asì sean mis discìpulos. 

No hace falta mayor explicaciòn sobre este texto, mejor serìa releerlo detenidamente. 

Josè Miranda, laico dominico. 

lunes, 4 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Juan de la Cruz (1542-1591), carmelita descalzo, doctor de la Iglesia 

Subida del Monte Carmelo, Libro 2, cap. 22,3-5 


“La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.”

La principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, (…). Pero ya (…) no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya (Jn 1,1), que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar. Y éste es el sentido de aquella autoridad con que dice san Pablo a los hebreos (…): “Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo” (Heb. 1, 1). (...). 


Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. (…) Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: ‘Este es mi amado Hijo, en que me he complacido, a él oíd’ (Mt. 17, 5); ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas (…). Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles”.

domingo, 3 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia 
Sermón 58 sobre el Cántico de los cánticos 


Dar fruto en abundancia

    Debo advertir a cada uno de vosotros a propósito de su viña: en efecto ¿quién ha jamás suprimido en él mismo todo lo que es superfluo hasta el punto de poder pensar que no tiene nada más a cortar? Creedme, todo lo que se corta, vuelve a crecer, los vicios que creíamos superados vuelven a aparecer y nos encontramos con que las tendencias adormecidas se desvelan. No es, pues, suficiente cortar la propia viña una sola vez, al contrario, es necesario volver a menudo sobre ella, y si es posible, sin parar. Porque, si sois sinceros, es sin parar que encontramos en nosotros mismos alguna cosa que cortar... La virtud no puede crecer entre los vicios; para que ésta pueda desarrollarse, es preciso impedir a éstos de crecer anchamente. Suprime, pues, lo superfluo, entonces aquello que te es necesario podrá abrirse paso. 


Para nosotros, hermanos, la época es siempre la de cortar, ésta es necesaria siempre. Estoy seguro de ello, pues hemos salido ya del invierno, de este temor sin amor que nos introduce a todos en la sabiduría pero que no deja que nadie pueda desarrollarse en la perfección. Cuando el amor llega, echa fuera todo temor al igual que el verano echa fuera el invierno... Que cesen ya las lluvias de invierno, es decir las lágrimas de angustia suscitadas por el recuerdo de vuestros pecados y el temor del juicio... Si «el invierno ha pasado», si «la lluvia ha cesado» (Ct 2,11)..., la dulzura primaveral de la gracia espiritual nos indica que es llegado ya el momento de podar nuestra viña.. ¿Qué es lo que nos queda por hacer si no comprometernos enteramente en este trabajo?


sábado, 2 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia 
Homilía sobre “l’Aqueduc”, 10-11 


“Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.”

    Aquel que dice: “...el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,38) dice también : “Yo he venido de Dios y estoy aquí enviado por él...” (Jn 8,42) ...El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. (Jn 1,14) Con toda seguridad vive en nosotros por la fe y habita en nuestra memoria, habita en nuestro pensamiento y desciende incluso hasta nuestra imaginación. Antes, efectivamente, ¿qué idea podía el hombre hacerse de Dios sino la de un ídolo fabricado por su propio ingenio? Dios era incomprensible e inaccesible, invisible y perfectamente inalcanzable para el pensamiento. Pero ahora, Dios quiere que se le pueda comprender, que se le pueda ver, que se le pueda tocar y alcanzar con el pensamiento. 


    ¿De qué manera? me preguntas. Sin duda alguna, escondido en un pesebre, descansando sobre las rodillas de la Virgen, predicando en la montaña, orando de noche; y no menos, clavado en la cruz, lívido en la muerte, libre entre los muertos y victorioso sobre el infierno. En fin, resucitando el tercer día, mostrando a los apóstoles las llagas de los clavos, signos de su victoria, y, por fin, subiendo ante su mirada, hacia los cielos.

      De todos estos acontecimientos ¿hay uno sólo que deje de suscitar en nosotros un pensamiento verdadero, fervoroso y santo? En cualquiera de ellos que piense, pienso en Dios, y, a través de todo ello, él es mi Dios. Meditar estos acontecimientos es la sabiduría misma...Es la dulzura que María meditaba en su corazón, elevado a las alturas y desde ahí nos la comunica a nosotros.