jueves, 21 de mayo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy


Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego 
Ética, 1,6 y 8 pág. 75-76 


«Para que sean como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mi»

El cuerpo de la iglesia de Cristo, resulta armonioso en la reunión de sus santos desde el origen de los tiempos, alcanza su constitución equilibrada e integral en la unión del Hijo de Dios desde los primeros nacidos inscritos en los cielos... hasta nuestro Salvador Dios revela el carácter indisoluble e indivisible de la unión con El cuando dice a sus apóstoles: « Yo en el Padre y el Padre en mí; y vosotros en mí y yo en vosotros» (Jn 14,20). Manifiesta esto con más claridad añadiendo: «yo les he concedido la gloria que tú me has dado para que sean uno como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí para que sean modelados en unidad» y de nuevo «para que el amor con el que tú me has amado sea en ellos y que yo mismo sea en ellos...» 


¡Oh la maravilla, oh la indescriptible condescendencia del amor que Dios nos concede, el amigo de los hombres! Lo que es por naturaleza a la consideración de su Padre, nos concede el ser escuchados por la adopción y por la gracia... la gloria dada al Hijo por el Padre, el Hijo nos la devuelve a su vez por la gracia divina. Mejor aun: igual que Él está en el Padre y el Padre en Él, igual que el hijo de Dios estará en nosotros y nosotros en el mismo Hijo, si lo deseamos así, por la gracia. Una vez se ha hecho semejante a nosotros por la carne, nos ha hecho partícipes de su divinidad y nos incorpora todos a él. Además la divinidad de la cual participamos por esta comunión no se puede dividir en parte separadas; se hace necesario que también nosotros, una vez que hemos participado en ella en realidad, somos inseparables del Espíritu único, formando un solo cuerpo con Cristo.








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