Vemos cómo ya en el Antiguo Testamento se afirma: “¡Qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él!”. Pero con Jesús de Nazaret la misericordia y el perdón de Dios llegan a su culmen. Tanto es así que, como sabemos, las autoridades religiosas de su tiempo le echan en cara que se está excediendo en lo del amor, que acoge y perdona a todos los pecadores, a los que incluso va a buscar. Conocemos la respuesta de Jesús: “No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos. Id y aprended qué significa misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Y esta actitud no fue la de un solo día que se les escapó su mano perdonadora. Fue la actitud constante de su corazón, y nos pidió que también nosotros perdonemos hasta setenta veces siete, es decir, siempre, porque esa es la actitud de nuestro Padre Dios que “hace salir su sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos”. Y a punto de morir injustamente pide perdón por los que le están crucificando: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Como nuestro Maestro y Señor, nuestro perenne referente es Jesús… hemos de imitarle también en el terreno del perdón y la misericordia.
“Él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”
El joven rico tuvo un error de cálculo. Se creyó que su fortuna le iba a dar más felicidad que Jesús. Por eso, dejó plantado a Jesús y se fue tras su dinero, pero se equivocó. Puso al dinero como el dios de su vida, al que tenía que servir y adorar y como “no se puede servir a dos señores”, dio la espalda a Jesús. Pensó que el dinero le iba a proporcionar muchas más ganancias que Jesús. No cayó en la cuenta en ese instante, aunque sospechamos que después sí, que el dinero solo le podía proporcionar aquello que se puede comprar con dinero: buenas casas, buenos viajes, buenas fiestas, buenos banquetes, buena ropa… Pero nunca puede ofrecer ilusión, sentido, esperanza, amor, ternura, compañía, amistad… algo que Jesús puede ofrecer a raudales y que llena el corazón mucho más que el dinero.
Fray Manuel Santos Sánchez Real Convento de Predicadores (Valencia) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario