“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén.” (Mt 20,18)
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los Santos, nuestros hermanos.
Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.
Por eso, unidos a estos Santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos.
Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los Santos, nuestros hermanos.
Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.
Por eso, unidos a estos Santos y a los coros de los ángeles, te glorificamos y cantamos diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos.
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