La manera de interpretar la ley, segùn los Fariseos, la esclarece Nicodemo: "Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar qué ha hecho?".
En la sociedad actual nos portamos como dueños de la Verdad agrediendo a quien nos contradiga, tachando de fundamentalistas o inmisericorde a quien sea, pero recordemos que cuando se trata de Doctrina católica, la opinión particular no vale.
Sin embargo, llenos de la sin razón, muchos prefieren juzgar y condenar a una persona, levantar falsos sin tan siquiera oírle ni saber que ha hecho.
Sobre estos cae la súplica del profeta Jeremías:
"Ahora tù, Señor de los ejércitos, justo juez, que sondeas lo màs ìntimo del corazón, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a tì he encomendado mi causa".
No olvides, juzgar require discernimiento, no sòlo de buenas inenciones ni sentimentalismo. Si juzgas para condenar a alguien por la mera razón que no te cae bien por como es, como vive o lo que dice, obras mal; si lo haces para esclarecer y comprender la Verdad, aunque con ello debas sacrificar tu orgullo, harás un gran bien a tu alma.
En otra ocasión, Cristo nos ha dicho que no juzga como los hombres, pues no se basa en las apariencias.
Ahora bien, fuera del contexto de la reflexión, un aspecto que no se puede dejar pasar en la exégesis bíblica es el sentido alegórico con que el profeta Jeremìas habla, en clave cristològica:
Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mì, diciendo: "Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquèmoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie jamás" (Jeremías 11, 18-20).
Josè Mendoza
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