domingo, 22 de marzo de 2020

Las apariencias

Jesùs deja entre ver uno de los más evidentes gestos del fariseismo, actuar y juzgar basado en apariencias. 
Jesùs es Señor del sàbado, cosa que nos ha dejado claro, y además tiene poder para perdonar pecados, a èl le importa màs la fe de un hombre, del pueblo y la salud de los mismos, que dar prioridad al "què dirán" de los fariseos hipócritas que se dejan guiar por criterios netamente humanos. 
Lo tachan de pecador (sin tan siquiera escucharlo),  de no guardar el sábado (como quien te juzga de inmisericorde por decir las cosas como son). 

Pues así son los fariseos hipòcritas: Se preocupan de sus ropas, honores, verse diplomáticos, cordiales y superiores, con lo cual manifiestan padecer de una peor ceguera y sordera que aquellos a quienes Jesùs sano. 

Y es porque Dios no juzga segùn las apariencias y criterios humanos, sino que ve lo que hay en tu corazón, y segùn donde este tu corazòn, ahi estará tu tesoro.

Cuan importante es entender que, antes de buscar la aprobación de los hombres, es necesario agradar a Dios en el cumplimento de su Voluntad, viviendo de cara a Dios, porque, de igual manera, los hipócritas hablaran de tì y de mì hagamos o no las cosas, y si caemos en la tentación de agradar a los fariseos màs que a Dios, al final no sería ningún logro para una persona que tiene criterio y ha estudiado la Revelación; pues bien, que ellos pequen contra el amor al pròjimo (dañando su buena fama) si quieren, nosotros a lo nuestro. 

Vivir en la santidad es vivir en la humilde apreciación de si mismo y de los demás, dado que todos somos pecadores y necesitados de la misericordia de Dios, la cual exige de la Justicia divina para acompañarla en el acto sublime de nuestra salvación.

En lo personal puedo decir que cuando me insultan, me hacen màs fuerte, pues reconociendo mis pecados y considerándome acreedor del castigo por mis faltas, esos insultos que provienen de gente que ni me conoce ni le importo, me saben a manjares que dan a mi alma el gozo del sano ayuno contra el orgullo.

Josè Mendoza

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