sábado, 21 de marzo de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 7, 40-53
“Examina las Escrituras y veras que de Galinea no sale ningùn profeta”.

Cuando alguna persona, con leve grado de conocimientos sobre la doctrina, se siente con capacidad de juzgar y decidir sobre cual y tal tema puede o no hablarse o, sugestimante, restarles importancia a asuntos del Magisterio y la Sana Doctrina, con la autoridad de un cursillito que tomò por ahí, estamos ante una conciencia de tipo farisaica, de quien juzga sin conocer, juzgar por lo que se piensan o se mira, pero sin profundizar. Los afamados criterios de “yo pienso que, a mi me parece que, no estoy de acuerdo con”, en cuestión de doctrina y moral, son soplo, viento, nada. En asuntos como el color de zapatos o el estilo de una vestimenta, en eso si pueden ser válidos. Las cosas son lo que son, la Verdad es quien es, no se puede acomodar a mi gusto. Y si yo pretendo hacerlo sòlo porque no caben en mi pobreza de criterio, pues el del problema soy yo, no la persona  que me lo expuso ni la enseñanza que nos transmite la Iglesia. Por eso es necesario conocer la Sana Doctrina, lo cual seria, en grado fantasioso, pensar que es descifrable en tres semanas. El tonto habla como si supiera de cosas que jamàs se tomò la molestia de indagar, el prudente no presta atención a criterios particulares de personas emocionalmente afectadas. 

Monseñor Romero, pronto a ser beatificado, decía: “mi criterio es el Magisterio”. Un catequista catòlico que desprecia tajantemente la Verdad o alguna de sus ramas, sòlo porque no se acomoda a sus gustos, pues debería revisar los compromisos que adquirió en su bautismo. O renunciar a su “hacer pastoral” hasta que se normalice su condición de vida y lea por primera vez el catecismo, pues hace gran daño a su comunidad una persona que no esta ubicada en el tiempo, lugar y persona.

Josè Miranda, laico dominico.

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