jueves, 16 de abril de 2015

Comentario del Evangelio de hoy

Sn. Juan 3, 31_36
"El que se niega a creer en el Hijo no verà la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre èl". 

Es curioso que este texto vaya luego del versìculo de oro. Tambièn recalca que la fe en el Hijo trae la vida eterna. Pero ahora resurge la polèmica entre el castigo y la ira de Dios. Lo que despierta su descontento no son nuestras acciones por falta de pureza sino por falta de fe. Dios sabe que nos equivocamos y mucho, para eso nos ha dejado el sacramento de la Reconciliaciòn. Lo que perturba su obra de salvaciòn es nuestra incredulidad. Perturba mas no interrumpe. Es porque Dios, en su infinita misericordia no desea que nadie se condene. A veces es frustrante cuando, quienes amamos, no se den cuenta de lo que hacemos por ello, y todavìa màs, lo desperdician gloriandose como si pudieran hacerlo por ellos mismos. A eso se le llama ingratitud. El que se niega a creer en la Iglesia, en los sacrametos, en la Doctrina, niega a Jesucristo, Señor y fundador de todo. Este, que da un "no rotundo a Dios", se acarrea asì mismo la ira de Dios. Dicha ira consiste en que, sin dejar de amar a su creatura, no soporta el pecado en ella, su falta de confianza en la Divina Misericordia. Y respetando el deseo de la misma, le permite vivir eternamente en el estado de la total ausensia de la gracia (el infierno)
Cuando pensemos que no podemos cambiar para mejorar o no nos merecemos el amor de Dios, y por esa mentira desistimos de la confesiòn y comuniòn, oraciòn y demàs bienes espirtuales, estamos dando pasos firmes hacia  la ira divina. 
Sea dicho de paso, la misericordia es lo contrario a la Ira. Yo decido cual deseo para mì. Nadie se merece por mèrito propio el infinito amor de Dios, sòlo quienes se conviertan y crean en la Buena Noticia del Evangelio de Jesucristo. 

Josè Miranda, laico dominico. 

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