"Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Jesùs pone sus ojos en uno que era reprobo para sus propios hermanos, un recaudador de impuestos, estos tenìan mala fama de ladrones y corruptos, que sus fortunas eran hechas a costillas de la gente pobre. Suena a muchos polìticos de hoy. En realidad Levì como todo hombre recibe un llamado particular, al seguimiento de Jesùs, al discipulado. Este seguimiento conlleva coherencia de vida. Abandonar viejas manìas, malas costumbres, compañìas insanas y hàbitos desordenados. En pocas palabras, "sìgueme", invita a ordenar la propia vida. No se trata, por tanto, de un seguimiento a medias, conforme y acomodado a mi manera, a mis gustos, a mis tiempos y sin yo tener que sacrificarme en nada.
Al final, aclara su verdadera intenciòn, pues no son los sanos sino el enfermo quien necesita ayuda. Los asi llamados "buenos" jamàs te aceptan hacer penitencia. En cambio, el pecador que reconociendo su culpa adolece por el mal cometido, està dispuesto al ayuno, la penitencia, y dar limosna sin titubear.
El Señor nos llama a la conversiòn. Dios no quiere que nadie se condene pero es necesario hacer un proceso de cambio de vida, reparaciòn y apreciar los dones de su gracia, mismo que durarà toda la vida.
Josè Miranda, laico dominico
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