“Te aseguro que no saldràs de allì hasta que hayas pagado el último centavo”
En el texto de hoy aparecen figuras muy interesasen. Primero, nos recalca el mandamiento de “no matar”, pero no se trata solo de privar la vida, sino también la buena fama, ir contra la dignidad, o pretender manipular para alcanzar motivaciones egoìstas.
La otra figura es la retribución, dar tu ofrenda pero nunca pasando por encima de la ley de Dios. No es lógico enseñar que puedes comulgar bajo pecado mortal pero con inteciòn de confesarte, y decir infantilmente que esto es vàlido. Acatar lo que enseña la Doctrina no lo que dicta mi pseudo moral.
Y la tercer figura es la del purgatorio. Es el estado en donde purgamos por nuestros pecados veniales no confesados o la culpa de los pecados mortales. Es un sufrir en el amor, como si ves a lo lejos pero aun no puedes llegar, tan cerca y tan lejos. Esto es en sì un sufrimiento dulce. Para lo cual la Iglesia, Madre y Maestra, nos regala un remedio eficaz que podemos alcanzar durante la vida mortal, las Indulgencias. Que no son, como decía un fraile muy poco serio en temas de doctrina, “comprar un puesto en el cielo”, sino que, a través de la oración, la peregrinaciòn, y los sacramentos de la Confesión y Comunión, lleguemos por los méritos de Cristo y de manos de la Iglesia a la Gloria Eterna. Las indulgencias sirven para borrar la culpa de los pecados mortales confesados y perdonados. Y estas pueden ser parciales y plenas.
Josè Miranda, laico dominico.
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