viernes, 16 de enero de 2015

Importancia del estudio del laicado católico para anunciar el evangelio y transformar nuestra realidad (3a. Parte)


¿A quièn sirve que los laicos conozcan la doctrina catòlica?
En vista de lo anterior, la pregunta resulta casi como un insulto a la inteligencia, ¡nos sirve a todos por igual!. En el trabajo, estudio, relaciones, familia y a la persona misma, he aquí resumida la “Pastoral litùrgica”, quien conoce y comprende, sabe que donde se halla un bautizado catòlico, ahí està la Iglesia.

La pregunta debería ir mejor en otro sentido, ¿A quièn no le sirve que los laicos nos formemos? Al mundo, al demonio, a la sociedad inmoral, y a ciertos clérigos acostumbrados a tener “mano de obra barata” en sus feligreses. Sentir superioridad, presunción y vanidad por el mucho saber es de las más fuertes tentaciones que sufre un estudiado. De ahí que sin oraciòn asidua y penitencia evangélica, se vuelven en pollos de engorde y no en dignos formadores de la sana doctrina. Bien decìa un amigo, “sea que por cabezones de tanto saber, no quepamos por la puerta al Cielo”.


Los dominicos contemplamos tres facetas para la formaciòn:
-        Estudio de la Tradiciòn y de los documentos de la Orden.
-        Oraciòn contemplativa
-        Praxis pastoral

Sobre lo último, los documentos de la Iglesia como El Decreto Apostolicam Actuositatem (sobre el apostolado de los seglares) nos habla de las diversas áreas en que podemos y debemos estar atentos con nuestro hacer:
-        Asociaciones de la Iglesia
-        Familia
-        Orden social
-        Consagrados

Diversas asociaciones laicas
Podría decir que hay dos tipos de asociaciones:
-        Seculares
-        Religiosas
Las primeras son ideadas por los mismos laicos y permitidas por la Iglesia reconociendo la dignidad humana de éstos y la vocación recibida desde el bautismo. Pero no todos caminan coherentemente, volviéndose asì necesario el acompañamiento del clero, pero, si el clérigo tambièn se halla medio desubicado de su vocación o no es aceptado por estas asociaciones pues se sienten “invadidas”, tenemos un desastre. Lo cual da por resultado gente ignorante, a veces disparatada o pseudo protestante, e incongruente con su fe. Aquellas que logran mantenerse orientadas en su ser y hacer catòlico, son las que han permitido una sana intervención de parte del Magisterio o de otros laicos debidamente formados y coherentes con su fe.
El segundo caso habla de Instituciones aprobadas por la Iglesia, en donde los laicos son debidamente formados y reciben la orientación necesaria para que encuentren y realicen su camino en la vida. No volviéndose mano de obra sino en personas fieles y celosas de la Verdad, dignas y congruentes. Ahí se les reconoce su dignidad, sus esfuerzos, su vida y se respeta que donde están y en lo que hacen, son la Iglesia. Al final la labor del clero en estos institutos no es impositivo sino regulador. Y acompañante, en vista que todos necesitamos de todos.

En mi experiencia pastoral he corroborado que la visión particular de un sacerdote que se desfasa de las enseñanzas del Magisterio puede causar un grave mal a la feligresía que atiende.

Familia
La familia es el eje de la sociedad, pero tambièn es el núcleo de donde brota la persona humana, es al mismo tiempo comunidad de personas. En una palabra, misterio. En antaño, cuando se celebraba la Fracciòn del pan, se le llamaba “Domus Ecclesia” (Iglesia domèstica). La familia no se da por casualidad ni responde a necesidades irreales. Tampoco se le puede exigir lo que no està preparada a dar, sus miembro son ejes vivos de la estructura social. De ahí que la familia es donde crecemos, nos formamos y somos amados. De tal suerte que requiere de atención y esmero por parte de la sociedad en general. Los individuos que la integran son formados en, y formadores de, valores humanos. Es labor de los laicos cuidar este tesoro, atender sus necesidades y trasladar cuànto puedan de sus fuerzas y dedicación a la familia. Porque no es un simple oasis donde recargar fuerzas o refrescarnos para continuar el viaje, no es una parada obligatoria o con un necesario fin de lucro. La visión tiene que ir más allà, debe verse como La Iglesia que cada uno tiene a su cuidado. No se puede lograr todo esto sin antes despertar la conciencias.

Orden social
En cuànto al orden social, el laico ordena lo temporal: trabajo, estudio, relaciones personales. Todo es parte de dicho orden. La familia està enmarcada dentro de todo esto, pero se toca como punto y a parte por su especial vínculo con la persona, mas sin embargo, repercute sobre la sociedad. Cuando hablamos de “orden social”, nos referimos a todo lo que rodea a la persona en su diario acontecer. Yendo por encima de la básica educación y del ejercicio diario de las obligaciones. Cada vez que hacemos lo cotidiano con calidad humana estamos amado cristianamente a los demás, sin importar credo o “estatus”. La exclusión, por cualquier causa probable, del simple trato digno y humano es una actitud impropia del laico catòlico cristiano. Se concluye que dicho orden social es la cancha donde realizaremos nuestras vocación y reflejaremos lo que hemos o no aprendido en la familia. Esto nos sirva para reflexionar.

Los Consagrados
Una frase que oí hace pocos dìas, dice: “es un pueblo sin temor de Dios”. Lo dijo alguien conocedor del entramado de formaciòn a futuros frailes. La obra del consagrado no es la vanidad o supuesta búsqueda del prestigio. Tendría que ser un verdadero enfermo mental quien piensa que buscar el prestigio le va  a servir de algo. Obviando que es a Dios a quien dará cuentas de su mala ejecución vocacional, todo aquel que asume con libertad el ser consagrado a Dios, compartir lo sagrado en grado de intimidad, o todo aquel que presume de alguna “X” promesa (temporal o perpetua) y sin la debida conciencia o evaluación de su ejercicio a cada cierto tiempo, más le conviene dimitir. En cambio, un laico que se somete en su amor libre y voluntaria a dicha vida o normas, acoge para sì la vida de ser un templo de oraciòn perpetua a Dios. Lo he dicho en otras ocasiones, no se puede amar sin conocer  primero.

Josè Miranda, laico dominico




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