La cuestión no es
designar o retribuir derechos o deberes, sino discernir sobre estos dos. Reclamar
un derecho nos causa alegría, reconocer las obligaciones es como una carga. Pero
es que no podemos andar por la vida con el complejo de “Peter Pan”, negándonos
a crecer. Cada uno asume un deber cuando recibe el primero sacramento de la
Iniciaciòn cristiana, o participa de èste como padre o padrino, que es “conocer
la fe”. El papa Francisco decìa que no basta ser bautizado o decir “soy
catòlico” para serlo. El bautismo nos inserta en la Familia de Dios (Iglesia), pero sin la participación viva, activa y fructífera de los demás sacramentos,
quedamos a medias en la vida cristiana.
La Iglesia nos exhorta
a este deber y, a los pastores, a su participación en nuestra formaciòn, pero
de manera integral no como un relleno pastoral. Parte de la caridad es la
disciplina misma, pero enmarcada en la dignidad de la persona
humana. No es imponer por imponer. Si los pastores carecen del tiempo o de las
habilidades necesarias, pueden recurrir a donde se les asista para satisfacer
esta necesidad en sus feligreses. Nadie que vive coherentemente su fe espera
que un sacerdote sea “todólogo”.
Los laicos tenemos el
deber de formarnos, y es un deber conmigo mismo y con los demás, asì damos
cumplimento al 11º Mandamiento, en donde se resumen “la ley y lo anunciado por los
profetas”. Por lo tanto, la ignorancia no es una opción, como tampoco lo es
salir de tu casa sin bañarte o peinarte, ni la debida presentación. Quien
pudiendo y teniendo los medios propicios para recibir esta formaciòn, de manera
integral y de manos del Magisterio, y no lo hace, comete lo que se llama en
teologìa moral: “pecado por ignorancia culposa”. Dicho de otra manera, pudiendo y no queriendo, no serèmos menos
libres de culpa por excusarnos con la “ignorancia”. Sino mira el ejemplo de
Adàn y Eva. Dios pide a sus hijos sean responsables de sus actos y la
responsabilidad parte de asumir consecuencias.
Veamos los deberes y derechos que contrae la formaciòn en la Sana Doctrina:
-
Estudio asiduo (De la Tradición y Doctrina de la Iglesia)
-
Oraciòn diaria litùrgica y personal (Dialogo con Dios)
-
Gusto por lo sagrado (Sabiduría)
-
Obediencia a las enseñanzas del Magisterio (Celo Apostòlico)
-
Defensa de la fe (Apologética)
-
Predicaciòn itinerante (Persona a persona)
- Temor de Dios (Confesión y Comunión)
- Estar siempre alegres (Sentirnos y sabernos amados por Dios, redimido por Cristo, en unión con el Espíritu Santo)
- Temor de Dios (Confesión y Comunión)
- Estar siempre alegres (Sentirnos y sabernos amados por Dios, redimido por Cristo, en unión con el Espíritu Santo)
En resumen, vida y
testimonio congruentes con la fe que profesamos.
Josè Miranda, laico dominico
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