Hace 23 años callaron las armas que entonaban odio
y sufrimiento, armas que fueron financiadas por URSS y USA (las cuales
pagaremos durante generaciones y que se han convertido en deuda externa).
Una guerra fratricida que genero más de 80,000
muertos y otro tanto de desaparecidos. Poblaciones enteras arrasadas y
desaparecidas. Mucha oscuridad para 12 años de conflicto armado. El pacto de
Chapultepec supondría un remanso de paz para el derramamiento de sangre, hubo alegría
y esperanza. Por fin una luz al final del túnel.
De los acuerdos de paz participaron los siguientes
actores: el ejército guerrillero del FMLN, la Fuerza Armada y la clase política
del país. En este acuerdo hubo un gran ausente: el pueblo salvadoreño, el
gran crucificado en nuestra historia.
No podemos celebrar 23 años de "paz", al
hacerlo sería un acto de mera hipocresía ¡Seguimos siendo crucificados en
tiempos de paz! Las raíces del conflicto, el desarrollo desigual, la corrupción,
el nepotismo, el despojo, la acumulación salvaje de capital, etc. siguen en las
mismas condiciones. Se dio finalización al conflicto armado, pero los
conflictos sociales, culturales, económicos y políticos no fueron resueltos.
El beneficio que obtuvieron los firmantes del
acuerdo de Chapultepec se puede ver a simple vista y son motivo de escándalo.
La brecha entre los sectores sociales se han incrementado espantosamente, los
ricos se han vuelto aún más ricos, ahora se le suman los nuevos ricos de izquierda,
y nosotros, la gran mayoría seguimos empobrecidos. ¡Ahora existen más villas
miseria que hace 25 años!
El panorama de injusticia se ha profundizado:
Trabajadores de la industria siendo violados en sus derechos fundamentales, el
salario mínimo que no responde a las necesidades básicas de la población,
poblaciones enteras que no tienen acceso al servicio del agua, comunidades
enteras que tienen que ser abandonadas por el azote de la violencia y
homicidios, los recursos naturales son explotados no importando el grave daño ecológico
que se está generando o los daños en la salud de la población, centros
escolares que se encuentran en estado deplorable, docentes mal pagados,
servicios de salud y hospitalarios negligentes y exageradamente burocráticos,
corrupción en todas las esferas del estado, y una gran lista interminable.
Seguimos siendo un pueblo crucificado por la
ignorancia, el conformismo, la miseria, la violencia, el aborto, la
desintegración familiar, la corrupción, el compadrazgo, etc.
Parte de la culpa de la situación actual la tenemos
nosotros como población, ¿Cómo?, primero al elegir en las elecciones a
representantes que utilizan los recursos del Estado para su propio bien, y
segundo, al ser conformistas, así nos lo dijo Monseñor Oscar Romero: Los
hombres no comprenden su dignidad y no se promueven, y viven un conformismo que
verdaderamente es opio del pueblo. Esto hay mucho, hermanos. Los ricos que no
piensen que ellos solos son los culpables del pecado social; también los
perezosos, también los marginados que no luchan por conocer su dignidad y
trabajar por ser mejor. Todo aquel que se adormece y está tranquilo, como que
otros le realicen su propio destino, está pecando también. (Homilía 24 de julio
de 1977, Ciclo C).
Dios hizo a su imagen y semejanza al hombre,
gozamos de dignidad y hoy más que nunca los salvadoreños necesitamos luchar por
esa dignidad, ¡Hacer sentir nuestra vos!, para el pleno goce de los derechos
fundamentales.
Urge un cambio de rumbo en el país, un nuevo modelo
de desarrollo centrado en la dignidad del ser humano y no en los
indicadores macroeconómicos. Debemos empezar en el seno de nuestras familias,
cambiando las relaciones entre nosotros y forjándonos en valores cristianos.
¡No permitamos la colonización ideológica del concepto de familia! Debemos
aportar nuestro grano de mostaza, porque también nosotros somos culpables del
pecado social. ¡No podemos seguir así otros 25 años!
En esta época se hace más fuerte la luz que contuvo
el grito centenario de Fray Montesinos: ¡Acaso no somos humanos!, ¡miren las
condiciones tan paupérrimas en las que viven nuestros hermanos!, ¡Todos vivimos
en pecado mortal!, ¿No son nuestros hermanos?, ¡Nos siguen matando!
Luis Chacón
Laico Dominico
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